Si hay una ciudad vasca con fama de haber querido parecerse al París de la Belle Époque, esa es San Sebastián. Pero no creas que Bilbao no hizo sus esfuerzos. Cuando comenzaba el loco siglo XX, los de aquí solían pasear al caer la tarde por unos nuevos jardines, llamados Campos Elíseos, en los que incluso se podía echar un baile a cubierto de las insistentes lluvias del norte.
leer más
Si hay una ciudad vasca con fama de haber querido parecerse al París de la Belle Époque, esa es San Sebastián. Pero no creas que Bilbao no hizo sus esfuerzos. Cuando comenzaba el loco siglo XX, los de aquí solían pasear al caer la tarde por unos nuevos jardines, llamados Campos Elíseos, en los que incluso se podía echar un baile a cubierto de las insistentes lluvias del norte.
No caeremos ahora en la tentación de hacer un chiste sobre los de Bilbao, pero el caso es que, si en París había unos Campos Elíseos, a orillas del Nervión decidieron tener el doble. Así que, en 1902, se abrió un teatro en la calle Bertendona, sobre los terrenos que por entonces ocupaban los jardines que decíamos antes. Teatro al que se le llamó "Campos Elíseos".
El autor del proyecto fue Alfredo Acebal, un arquitecto de la ciudad, y de la fachada art nouveau se encargó el francés Jean Batiste Darroquy. El resultado fue un bonito ejemplo de arquitectura a caballo entre el viejo eclecticismo decimonónico y el refrescante aliento de las vanguardias modernistas. El teatro no respetó los antiguos moldes, y los nuevos casi no existían todavía, así que quedó un edificio muy original y bien plantado para hacerle frente al nuevo siglo.
El Campos Elíseos tuvo ocasión de demostrar su aguante cuando el cine, aquella moda que se extendía por el mundo a toda pastilla, empezó a cerrar un teatro detrás de otro. Pero por desgracia, no estaba hecho a prueba de bombas como la que ETA le obsequió en 1978, en mitad de un conflicto laboral surgido entre la empresa y los trabajadores del teatro.
Se hicieron obras para reparar los daños y el edificio abrió de nuevo en 1980, manteniéndose activo hasta que, once años más tarde, el ayuntamiento decidió comprarlo. Desde entonces hasta ahora ha habido más obras, algunas dudas sobre el destino que se debía dar al teatro y una profunda remodelación que, respetando la estructura original, renovó por completo las instalaciones y los recursos técnicos del espacio.
Y es que, con más de ciento diez años a cuestas, el Campos Elíseos continúa siendo lo que era en el momento de su apertura: un lugar para que las artes escénicas sigan vivas y coleando. Seguro que no te arrepentirás si le dedicas una visita.