Bilbao tiene la Catedral de Santiago, el estadio de San Mamés, que viene a ser otra catedral, y la Basílica de Nuestra Señora de Begoña. Son tres lugares que, te interesen más o menos las iglesias y el deporte, deberías visitar si no quieres irte de la capital de Bizkaia con la sensación de haberte perdido algo importante.
Porque Nuestra Señora de Begoña, que es de lo que ahora queremos hablarte, tiene un gran significado para la ciudad. Para que te hagas una idea, casi todas las Begoñas del mundo son de Bilbao, o tienen familia bilbaína más cerca o más lejos.
Pero para saber de dónde sale este santuario, tenemos que retroceder quinientos años de nada. A principios del siglo XVI, parece que sobre los restos de un templo primitivo, los ricos comerciantes bilbaínos mandaron levantar una iglesia que, vista a toro pasado, se puede ubicar en el gótico tardío con trazas de lo que después se conocería como Renacimiento.
Las obras duraron un siglo largo y lo que hoy podemos ver le debe cosas a diferentes épocas: si a Sancho Martínez de Arego le correspondió dirigir los primeros trabajos, Martín de Garita se encargó de diseñar la torre e Ibáñez de Zalbidea de construir la bóveda y el coro.
En el interior, los hombres de negocios que aportaban los fondos se preocuparon de dejar sus escudos y emblemas a la vista. Con ellos había ennoblecido el dinero ganado comerciando con Flandes, Londres o Hamburgo, así que era cuestión de darles uso.
Por desgracia, la iglesia resultó muy castigada durante las guerras carlistas. En 1835, el campanario fue minado y las bóvedas hechas migas. Uno pocos años después, en 1862, le cayó un rayo que causó un buen estropicio, y en 1873 le tocó aguantar como pudo algunos bombardeos que provocaron el desplome de su torre.
Por si eso no fuera suficiente, en el interior ardió todo lo que podía arder, incluyendo parte del valioso patrimonio artístico que Begoña había acumulado, y el cual incluía lienzos del maestro barroco Luca Giordano. La imagen de la Virgen, sin embargo, se salvó gracias a su traslado a la entonces iglesia de Santiago.
Como tantos otros monumentos, el templo ha llegado a nuestros días tras varias reconstrucciones, restauraciones y parches… pero ha llegado. Y todavía es posible ver sus torres, como las veían los marineros cuando, al regresar, pasaban junto al barrio de La Salve. En ese lugar rezaban a la Virgen en agradecimiento por haberles protegido, y fue aquella costumbre la que acabó dando nombre a la zona.