Cuenta la leyenda que, durante la Reconquista, los dominios de la reina mora Zuleya quedaron aislados en medio de los territorios recuperados por los cristianos. Ella decidió entonces convertirse al cristianismo, pero ninguno de los pueblos de la zona quería bautizarla y solo Sajazarra le abrió sus puertas. En agradecimiento, Zuleya regaló a la villa una campana que en adelante fue conocida como campana de la mora. Más recientemente, se ha llevado a cabo un proyecto consistente en crear un mosaico con la forma de dicha campana, que incluye las fotos de los habitantes del municipio.
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Cuenta la leyenda que, durante la Reconquista, los dominios de la reina mora Zuleya quedaron aislados en medio de los territorios recuperados por los cristianos. Ella decidió entonces convertirse al cristianismo, pero ninguno de los pueblos de la zona quería bautizarla y solo Sajazarra le abrió sus puertas. En agradecimiento, Zuleya regaló a la villa una campana que en adelante fue conocida como campana de la mora. Más recientemente, se ha llevado a cabo un proyecto consistente en crear un mosaico con la forma de dicha campana, que incluye las fotos de los habitantes del municipio.
Esa es una de las muchas historias que hay en la memoria de Sajazarra, una pequeña y hermosa villa que ha pasado por cantidad de avatares a lo largo de los tiempos.
Su castillo, tan bonito y tan bien conservado, se levantó en el siglo XV y además también tiene su leyenda: resulta que el joven criado Juan Martínez, devoto de la Virgen de Vico, fue encerrado en las mazmorras por el señor de turno, y pasó media noche rezando y lamentándose por no poder asistir al día siguiente a la misa que nunca se perdía. Le venció el sueño y al despertar se encontró junto al santuario, quedando su celda vacía para asombro de los carceleros. Ya ves que el teletransporte no es algo exclusivo del futuro.
Más antigua que el castillo, del que por cierto solo podrás visitar su exterior al ser de propiedad privada, es la Iglesia de Santa María de la Asunción. Esta tiene su origen a finales del siglo XII, cuando el rey Alfonso VIII fundó aquí un monasterio. Al templo se añadieron elementos en épocas posteriores, como siempre pasa, y el más llamativo es su torre barroca, levantada alrededor del 1700.
Al finales de esa centuria corrían los renovadores vientos de la Ilustración, y Sajazarra fue miembro fundador de la Real Sociedad Económica de la Rioja, una de aquellas instituciones creadas para difundir y promover el conocimiento científico y técnico que tanto le gustaban a Carlos III.
Por suerte, esa modernidad a la que se apuntó la villa pudo convivir muy bien con la parte de misterio y hasta de poesía que suelen tener los lugares con tanta historia. Buena muestra de ello es la sorpresa que vas a encontrarte en uno de los callejones próximos a la bonita Plaza del Castillo. De sus muros brotan dos brazos que intentan unir sus manos y que nunca lo van a lograr. Es casi inevitable pensar en dos amantes separados a la fuerza, pero si lo prefieres puedes inventar otra historia menos trágica, porque Sajazarra es un lugar estupendo para dejar volar la imaginación.