Seguro que alguien te habrá dicho ya que en Cantabria tienes que ver Comillas sí o sí. Y te habrá dicho bien, porque este no solo es un pueblo pintoresco más de los que abundan por la costa cantábrica.
Para buscar los motivos de esa fama tendremos que irnos hasta finales del XIX, si bien tres siglos antes los de aquí ya habían dejado una buena historia que contar. Hartos de los abusos del párroco y del duquesito de turno, se rebelaron y decidieron, todos a una, no entrar más en la iglesia. Por supuesto, el cura se mosqueó y amenazó con excomulgar a todo quisqui, además de negarles los sacramentos durante cerca de un año. Pero finalmente medió el alcalde y se acordó levantar un nuevo templo en el que no habría privilegios, mientras el antiguo quedaba abandonado en el lugar donde hoy hay un cementerio que te recomendamos visitar.
Dejamos ya tranquilos a los muertos y nos trasladamos hasta, exactamente, el seis de agosto de 1881, con el rey Alfonso XII a punto de llegar a Comillas. ¿Qué se le habría perdido aquí?
En realidad, no mucho. Aquello era el resultado de la insistencia de Antonio López y López, un indiano que, como tantos, había hecho las Américas y, como muy pocos, había vuelto rico. Tras conseguir la amistad del rey, le había calentado la oreja para que viniera a Comillas, su pueblo natal, a pasar los veranos. Esperaba López que tras el rey llegara la corte, y, tras la corte, más gente sofisticada que pondría al lugar a la altura de San Sebastián o, como mínimo, Zarautz.
El indiano estaba tan ansioso de que todo saliera bien que, para aquel día de agosto, incluso había traído la novedosa luz eléctrica a las farolas del pueblo. La cosa le gustó al monarca, que se dejó convencer para veranear aquí, y así los sueños de López, como en los cuentos, se hicieron realidad. Y fueron felices y comieron perdices… Y Comillas se llenó de edificios modernistas, veraneantes distinguidos y lo que alguien llamaría un discreto esplendor que todavía sigue presente en la villa.
Además de la Casa Palacio de Ocejo, donde Alfonso XII se echaba sus reales siestas, podrás ver, a cierta distancia, la Universidad Pontificia. Todo ello fruto de los desvelos de López y del dinero de otros indianos que, como Máximo Díaz de Quijano, quisieron dejar aquí constancia de su éxito.
A Díaz de Quijano le construyó su impresionante "Capricho" un joven llamado Antonio Gaudí, que entre 1883 y 1885 puso un trozo de su genio en esta localidad. Solo por ello, nos entenderás si te decimos que ya estás tardando en visitar "El Capricho".
A su lado encontrarás otro edificio sorprendente en una población pequeña: el Palacio de Sobrellano, o del Marqués de Comillas. Un tal Antonio López y López, quien recibió el título de Marqués tras una carrera ascendente que, en realidad, había tenido un muy oscuro comienzo: el tráfico de esclavos.