A las faldas del monte Igeldo, se encuentra uno de los lugares más especiales de la ciudad... Aquí es donde el viento del Cantábrico se acicala antes de visitar San Sebastián, mientras gruñe por unos instantes, gracias a un curioso sistema de tubos que le permiten respirar al ritmo de las olas.
La historia del Peine del Viento nace en 1968, cuando un grupo de ilustres lugareños deciden preparar un homenaje al, cada vez más reconocido escultor, Eduardo Chillida. Para ello pensaron en montar una exposición transitoria, propuesta que además debió de gustar lo suficiente en el Ayuntamiento como para que se implicara en el proyecto... Corrió de su cuenta la adaptación urbanística del paseo que lleva hasta el lugar, encomendando tal menester al arquitecto Luis Peña Ganchegui.
Pero como ya sabemos, las cosas de palacio, van… muuuuuy despacio… resultando que el tema se retrasa 9 años... plantándonos en 1977 cuando por fin se estrena la escultura junto al sistema de tubos subterráneos que lanzan agua pulverizada en los días de mar brava… ¿Y sabes?... Algunas personas creemos que el mar nos habla y presume de su fuerza a través de ellos. Finalmente, el conjunto escultórico se remata con un espacio compuesto de varias terrazas de granito rosa, ancladas a la ladera de Igeldo.
Un detalle antes de seguir… Acércate a dicha ladera y fíjate en sus capas de estratos rocosos y que, gracias a la erosión, se han mantenido al descubierto... Dichas capas se formaron hace miles de años en el fondo del mar, para posteriormente doblegarse bajo tremendas fuerzas tectónicas, levantándose así el Monte que las corona. ¿No te parece increíble? Aquí tienes millones de años de historia geológica. Toca esas vetas rocosas y piensa que una vez fueron sedimentos del fondo marítimo…
Pero volviendo a lo que estábamos… la historia del Peine del Viento.
Si bien en un primer planteamiento únicamente era una sola pieza la que se preveía instalar, Eduardo Chillida decidió que… mejor quedarían tres, formando un todo más geométrico y equilibrado.
Así que con un peso de 10 Toneladas cada una, tocaba entonces pensar como diablos llevar semejantes moles de acero hasta su ubicación. Tras barajar diferentes opciones, entre las que se incluían hacerlo mediante un helicóptero especial (tan especial que no se encontró), y desechando la opción por mar dado el carácter del mismo, se optó por construir un robusto sistema de pasarelas y andamiajes para su colocación.
Una anécdota curiosa es que el 3 de septiembre de 1977, para su inauguración se realizó un acto tan sencillo que no sumaban una docena los asistentes… y tuvieron que pasar ni más ni menos que 30 años hasta que en 2007 se subsanó este asunto, con un nuevo acto oficial de inauguración más acorde con la obra y su significado para la ciudad.