Catalogado como Monumento Histórico Artístico, cuenta una antigua leyenda que “por los numerosos pasadizos que hay bajo este castillo, se ha dado más de un caso de gente que entró y nunca salió”.
Y es que este edificio, como muchos otros castillos, tiene su propio fantasma… Ten en cuenta, además, que nos hallamos en una región que fue zona de rituales, ambientación para historias de akelarres y cuna de brujas.
Construido por el Rey Don Sancho sobre los restos de un castillo medieval allá por el año 1200, este palacio-castillo se ubica en el punto más elevado del casco histórico, desde donde se puede vigilar tanto la frontera con Francia como la desembocadura del Bidasoa, tal y como lo comprobaron Sofía Loren, Garcilaso de la Vega y Velázquez junto a otros príncipes, dictadores, cardenales y reyes.
Su función inicial era militar, como acostumbraban a ser todas las construcciones que se levantaban en zonas fronterizas durante la Edad Media. Una gran mole de sillería maciza, con pocas estancias y muros de entre 1 y 2 metros de espesor. ¡Si, si... has oído bien! Paredes de hasta dos metros de anchura que aguantaron mil y un embates… y cuyas cicatrices aún puedes contemplar por toda su fachada. Heridas de guerras difíciles de imaginar hoy en día, dado lo bucólico del lugar y su entorno... ¡Pero si!… todos esos cañonazos e impactos en su fachada son reales!
Según los planos de 1737 que han llegado hasta nuestros días, aquí se distribuían en seis plantas para los aposentos de tropa, almacenes, calabozos, cuadra y un polvorín. Y en la terraza superior, una formidable batería de diez cañones que defendían la plaza. Todo ello coronado por una desafiante bandera roja que, en el verano de 1638, avisaba a los 20.000 sitiadores, enviados por el Cardenal de Richelieu, que el pueblo de Hondarribia jamás se rendiría... Y que tampoco permitirían la rendición del enemigo.
Pero el caso es que, tras tanto altercado, para el año 1800 el edificio estaba en estado casi ruinoso y poco podía hacer el Ayuntamiento de Hondarribia para su restauración, ya que entonces el castillo de Carlos V era de propiedad privada… Fue a principios del siglo XX cuando el Ayuntamiento lo compró por el equivalente a 13.000 euros.
Ya en el año 1959 se habían construido dos entreplantas, reformándose el resto de las instalaciones por completo. Más recientemente, en el año 1968, se arreglaron los salones, se añadió un vestíbulo y una zona de hostelería para ser transformado en un Parador de Turismo, actividad que mantiene hasta hoy en día.