De la Alhóndiga de Bilbao te podríamos contar muchas cosas. Por ejemplo, que es uno de los edificios más representativos de Bilbao... que su nombre oficial es Azkuna Zentroa (Centro Azkuna), en honor a Iñaki Azkuna, uno de los alcaldes más populares de Bilbao y responsable de la remodelación, en 2009, de este edificio de 43.000 m2 abandonado desde 1977.
Junto a esto, también te podríamos contar que durante muchos años fue el almacén de vino de Bilbao, y que hoy, gracias a esa rehabilitación llevada a cabo por Philippe Starck, se ha reconvertido en un centro cultural y de ocio con muchas ofertas: exposiciones y exhibiciones diversas, conciertos, cine, actividades para niños, gimnasio, piscina, biblioteca, bar, restaurante...
Su nombre proviene de una palabra de origen árabe, “Al Funduq”, vocablo que acabó convirtiéndose con el paso del tiempo en ”Alfondiga” y luego en “Alhóndiga”. “Al Funduq” se pude traducir literalmente como “El fondaco” Y dirás ¿y qué es un fondaco? Pues verás.... Antes de que se inventaran los cheques, las transferencias electrónicas, Internet y las cajas de seguridad, los comerciantes tenían que dejar en algún sitio su dinero y sus mercancías... Ese sitio era el fondaco y los había por todas partes. En el mismo Bilbao, en Londres, en Cádiz, en Sevilla...
La vieja alhóndiga fue construida en estilo modernista pero con algunos elementos eclécticos. Incluso tiene algo de palacio barroco típico del siglo XVII. Pero lo más curioso es que la Alhóndiga de Bilbao también recuerda, en parte, al gótico de Venecia... cuando esta ciudad era la reina de las escalas de Levante, por las que los comerciantes de toda Europa -los vascos también- saltaban de puerto en puerto hasta Oriente. Las columnas de su interior, también nos cuentan algo de esa historia aventurera...
Lo que sí que está claro es que la Alhóndiga, inaugurada en 1909, trataba de encajar en un centro de Bilbao, el de principios del siglo XX, que nadaba en la abundancia y podía -es más, debía- permitirse que hasta su almacén y mercado de vinos fuera un lujoso palacete que recordase el poder de la vieja villa de las Siete Calles. Aquí se compraba y vendía, aquí se discutía y hasta se reñía, daga en mano si era preciso, por el precio y la calidad de los vinos que la noble y leal villa marcaba en tablillas que aquí estaban expuestas.
Una curiosidad de este edificio es que si miras hacia arriba, verás los pies de los bañistas que disfrutan de la piscina que hay en el piso superior...
Y otra curiosidad, para acabar ya, la verás dibujada en las 43 columnas de su interior, únicas en su género y que parecen sacadas de una película o un cómic de ciencia-ficción. Tanto es así que justo al año siguiente de que se inaugurase la reformada Alhóndiga, se hizo un cómic reuniendo a diversos artistas para que contasen historias extraordinarias sobre ese edificio.