Ansó es un pueblo, un municipio y un valle que hacen de frontera con Francia en el Pirineo aragonés. Una situación tan peculiar que le ha hecho estar en el meollo de muchos conflictos.
Y es que ya en tiempos de Jaime el Conquistador, el pueblo hacía de vigilante fronterizo. Poco después, en 1375, a los ansotanos les tocó mediar en una disputa que enfrentaba a los franceses de Baretous con los navarros de Roncal, por un asunto de límites y de pastos. Lo arreglaron fijando el llamado Tributo de las tres vacas, una ceremonia que se ha repetido cada 13 de julio hasta hoy y que se considera el tratado vigente más antiguo de Europa. ¡Casi nada!
Las montañas y los valles de esta zona, tan verdes, han estado siempre unidos al pastoreo. Y todavía guardan paisajes increíbles, bosques de hayas y hasta algún oso pirenaico. Pero además, en la localidad de Ansó se fue levantando un conjunto arquitectónico con piedra, teja, madera y tiempo, que hoy se conserva de maravilla y esconde multitud de rincones de gran encanto.
Ahí está, por ejemplo, la Iglesia de San Pedro. Un templo de impresionantes dimensiones y cierto aspecto defensivo que seguramente no esperabas encontrar en un pueblo como este. Fue levantado en tiempos de Felipe II, en el lugar que ya había ocupado una antigua iglesia, y en su interior hay un órgano fabricado en el otro lado de los Pirineos que, allá por el siglo XVIII, atravesó las montañas desmontado en piezas.
Puede que callejeando por Ansó te llamen la atención sus bonitas chimeneas, y también, casi seguro, los estrechos pasillos que sin superar el medio metro separan unas casas de otras. Se llaman "arteas", y son otra de las características de este pueblo realmente peculiar. Tanto que hasta conserva uno de los trajes tradicionales más llamativos de toda España, el traje ansotano, al que se le dedica una fiesta el último domingo de cada agosto.
No te vayas sin ver la Casa Morené, un perfecto ejemplo de casa pirenaica, ni sin visitar el torreón defensivo en el que, según la leyenda, fue encerrada una reina: Blanca II de Navarra. O al menos eso cuentan algunos, ya que en la biografía de la reina no hay ninguna referencia a ello. En cualquier caso, nosotros, que no solemos ser muy puntillosos con las leyendas, te lo contamos. Creértelo o no, ya es cosa tuya.