Vitoria tiene fama de ser una ciudad transparente. Tan transparente que ni siquiera ha intentado colar una mentirijilla en la historia de sus orígenes, como suele ser bastante habitual en otras ciudades. No pretende haber sido fundada por Hércules, ni por un héroe de Troya, ni por algún dios. Como mucho, se ha apuntado que quizá podría ser el asentamiento que los romanos llamaron Bélica y que se plantaron aquí, en esta llanura, para tenérselas con los cántabros.
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Vitoria tiene fama de ser una ciudad transparente. Tan transparente que ni siquiera ha intentado colar una mentirijilla en la historia de sus orígenes, como suele ser bastante habitual en otras ciudades. No pretende haber sido fundada por Hércules, ni por un héroe de Troya, ni por algún dios. Como mucho, se ha apuntado que quizá podría ser el asentamiento que los romanos llamaron Bélica y que se plantaron aquí, en esta llanura, para tenérselas con los cántabros.
Algunos hablan de reyes visigodos e identifican Vitoria con la Victoriaco de Leovigildo, pero eso parece un poco cogido por los pelos. La verdad es que, hasta donde sabemos, la villa nació en 1181 sobre las piedras de una antigua aldea llamada Gasteiz, y la idea de su fundación fue de Sancho el Sabio, un rey navarro que se llamaría así por algo y que supo ver la importancia estratégica de este punto geográfico.
Desde este lugar, Sancho controlaba las rutas más transitadas hacia los Pirineos, hacia el Sur y hacia el Oeste. Por aquí había que pasar para cualquier cosa, bien fuera para invadir territorios o para comprar el pan.
Se le puso el nombre de Nueva Victoria, y pocos años después pasó, tras el asedio correspondiente, a manos castellanas. Y es que la ubicación y las murallas que defendían el viejo poblado de Gasteiz debían de resultar demasiado tentadoras. ¡Así que a apropiárselas! Lo de siempre en aquellos tiempos, vamos…
Desde aquel lejano 1200 hasta ahora no ha habido más cambios de manos. Victoria perdió la “c” y fue creciendo y mientras crecía vio pasar no pocos peces gordos de la Historia entre reyes, papas y napoleones. Tuvo también tiempo para convertirse en feria franca, levantar una catedral gótica, acoger una importante judería y ser nombrada muy leal por Fernando el Católico.
Eso por no hablar de los personajes ilustres que aquí vieron la luz. Algunos de ellos tan singulares como Manuel Iradier, quien, inspirado por las andanzas de Henry Morton Stanley, se internó varias veces en lo más profundo de África y dejó constancia escrita de los resultados de sus exploraciones. Iradier, que también fue masón, tiene su calle y su estatua en una Vitoria que a día de hoy rebosa vida y diversidad cultural y que además sale siempre en los primeros puestos cuando se habla de ciudades con mayor calidad de vida.
La cuestión es: ¿estaría todo esto ya en la cabeza de Sancho VI el Sabio?