Cerca de la iglesia de Santa María la Real se alza un edificio que quizás sea el más singular de Zarautz y alrededores.
El Palacio de Narros, un edificio de orígenes góticos y rehabilitado en el siglo XVI, perteneció a una de las familias más poderosas del País Vasco, los marqueses de Narros, descendientes de un linaje al que nada ni nadie le hacía sombra. Fíjate en el escudo que hay en la entrada principal de este palacio y que dice “Zarauz antes que Zarauz”, aludiendo a la marisma en la que ya estaban ellos, su Palacio y sus fieles seguidores, antes de erigirse la actual villa allá por el siglo XIII. De hecho, hay quien dice que Zarautz significaba Marisma en el euskera más antiguo.
Pero la historia del Palacio no acaba ahí... Los Narros se fueron refinando con el tiempo hasta que se hicieron ilustres, paseándose con vestidos de casaca y peluca empolvada a la última moda de París. ¡Incluso leían libros y se interesaban por la ciencia! Esta evolución también se dejó notar en el Palacio que, poco a poco, se fue llenando de mobiliario fino y salones en los que tomar el té de las cinco con el dedo meñique estirado, mientras se hablaba de filosofía y literatura.
No te extrañes pues, si te decimos que ya en el siglo XIX, cuando la aristocracia inventó el veraneo en la playa, Zarautz alojó a los más ilustres visitantes. Por ejemplo a la reina Isabel II y su áspero carácter (por decirlo suavemente), quien parece ser que no notó nada raro mientras estaba alojada en el Palacio. Al contrario que el padre Luis Coloma, de la Orden de los Jesuitas, quien dejó por escrito en uno de sus relatos cortos, -“El salón azul”- que en el Palacio Narros había una habitación embrujada. En concreto, en la llamada “el cuarto azul” (con lo cual el padre Coloma no tuvo que pensar mucho para poner título a su cuento de terror).
En este relato, el padre Coloma narra cómo en el Palacio se alojó un caballero que había naufragado tras una terrible tempestad a finales del invierno del año 1572. El naúfrago ocultó su condición al saberse en manos de católicos, haciéndose pasar por “recusant”, es decir, por un católico inglés que huía de la persecución de los protestantes hugonotes. Fuera como fuese, el supuesto caballero inglés no se recuperó de su odisea y enfermó cada vez más. Así que cuando el caballero Francis Boucker (un verdadero “recusant”, huido a España desde Inglaterra) le dijo al naúfrago que se iba al “otro barrio” sin remedio y que por ello debía recibir la extramaunción, el falso católico no se tomó muy bien eso de acabar sus días bajo un ritual cristiano... Se alzó del lecho como movido por un resorte y, volviendo a sus costumbres de duelista acuchillador, pidió una espada para defenderse de los sucios papistas que, según él, lo estaban envenenando a traición... Evidentemente, no sobrevivió mucho más tiempo... Y para añadir más morbo al asunto, no enterraron su cadáver, sino que optaron por emparedarlo dentro del mismísimo cuarto azul para evitar así que el cadáver fuera profanado por el populacho...
Y ahora resulta que, desde entonces, su espíritu se manifiesta por el Palacio de Narros cada 24 de agosto, noche de San Bartolomé, empeñado en dar vida a los cuadros de sus paredes mientras emite sonidos aterradores...
¡No dudes en visitar este lugar... No te vas a encontrar casas tan embrujadas como esta muy a menudo!