Hay en Pamplona muchas cosas que ver recorriendo su magnífico y medieval Casco Viejo: por ejemplo, la Plaza del Ayuntamiento en la que cada 6 de julio a las 12 del mediodía, se lanza el famoso chupinazo que da inicio a una de las fiestas más famosas del mundo mundial.
Contarte también que por las calles de la Parte Vieja se mezclan muchos estilos arquitectónicos; desde el gótico de la Iglesia de San Cernín hasta el neoclasicismo de la mayoría de sus fachadas o el espectacular barroco tardío de su Ayuntamiento, posterior al año 1750. Estas callejuelas, también recibieron en los “locos años 20” a Josephine Baker, una bailarina norteamericana famosa en todo el mundo porque rompía con los moldes de la época al bailar desnuda de cintura para arriba.
Si ahora paseas, dejando a tu espalda la Iglesia de San Cernín y a tu derecha la famosa curva de la calle Estafeta y continúas hasta más allá de la Plaza del Ayuntamiento, llegarás a una cuesta que acaba en la Catedral de Pamplona. Es el punto más alto de la ciudad. Se trata de un edificio que data del año 1100, con una curiosa mezcla del barroco tardío y el neoclásico del siglo XVIII. A la izquierda de su entrada, puedes ver los restos góticos de esta catedral pamplonesa, y en su interior, magníficas bóvedas acogen los escudos de los reyes de Europa de aquella época.
¿No está nada mal, verdad? Pero, te preguntarás... “aparte de todo esto, que está muy bien, ¿esta catedral tiene alguna otra historia curiosa que contar?” Pues sí. Desde la época medieval, en su interior se guardaba un magnífico tesoro, el cual fue robado en el año 1935, por el ladrón “de guante blanco”, el Sr. Oviedo De La Mota.
Pero al parecer, para cuando la Policía le echó a él el guante, resulta que el tesoro ya había sido puesto lejos de las fronteras españolas. De hecho, se sospechaba que De La Mota trató de colocar esos objetos preciosos en Inglaterra, por lo que entonces se trataría de un robo por encargo.
Ya ves... Quién te iba a decir que la catedral de Pamplona guardaba entre sus piedras una historia tan movida ¿verdad? Pues para recuperarte, te recomendamos que bajes hacia el Redín por la calle Ansoleaga hasta llegar a la Cámara de Comptos (donde se maneja el dinero de la Comunidad Foral de Navarra) y ver el resto de las murallas a vista de pájaro, gracias a las cuales no pudieron entrar en la ciudad los invencibles ejércitos de la Revolución francesa en 1794.
Merece una visita también la Plaza del Castillo, punto de encuentro social de los pamplonicas, y que debe su nombre a que antiguamente aquí hubo dos castillos. También fue plaza de toros. Y que no suene a publicidad si os decimos que no dejéis de tomaros algo en el Café Iruña, uno de los pocos cafés de estilo modernista auténtico que ha llegado tal cual hasta nuestros días.
La Iglesia de San Nicolás, con su precioso interior gótico, el Palacio de los Reyes y el Museo de Navarra son otros lugares a los que deberías echar un vistazo.
Y de remate, no te dejamos otra opción que irte hasta los corralillos de la cuesta de Santo Domingo, recorrerla hasta la Plaza del Ayuntamiento, girar por la calle Mercaderes para acceder a la calle Estafeta la cual te conduce, por el tramo de Telefónica, hasta el callejón que entra a la plaza de toros. ¿Te suena el recorrido, verdad?