«Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada», dicen algunos al referirse a esta población, así que nosotros te vamos a desvelar cómo ocurrió semejante cosa.
Estas tierras eran un lugar más bien incómodo durante los siglos IX y X. Ni musulmanes ni cristianos conseguían hacerse con el control del territorio, que no fue de nadie y fue de todos hasta que los de la cruz empezaron a ganar la partida.
Gracias a eso, el Camino de Santiago pudo cobrar más vida y crecer en importancia y peregrinos, y a ello iba a contribuir también un joven llamado Domingo, que a mediados del siglo XI llegaba a esta zona dispuesto a vivir como un eremita.
Además de dedicarse a la existencia contemplativa, Domingo quiso ayudar a los caminantes que se dirigían a Compostela sufriendo penurias y calamidades como para dar y regalar. Construyó un albergue y un puente para ellos, y se curró una calzada de piedra que le acabaría dando nombre al santo y al lugar.
Además le dio tiempo a hacer un pequeño oratorio sobre el que después se levantó la Ermita de Nuestra Señora de la Plaza, que hoy puedes visitar. También puedes ver el puente y las mayores murallas que se conservan en La Rioja. Son del siglo XIV y los árabes ya estaban lejos, pero se habían puesto de moda las guerras civiles porque, al parecer, en aquellos tiempos el caso era pelearse.
También deberías echar un vistazo a la catedral, que fue empezada en 1158 y terminada mucho más tarde, con lo que románico, gótico y barroco conviven pacíficamente en el edificio. La torre campanario, eso sí, es exclusivamente barroca.
En el interior del templo encontrarás muchas maravillas y una cosa muy rara: un gallinero con un gallo y una gallina blancos. ¿Y a qué viene eso? Pues atento, que viene leyenda…
Se dice que un peregrino paró en una posada, y que la posadera se enamoró de él hasta las trancas. Al saber que no era correspondida, se le fue un poco la cabeza y metió en el equipaje del caminante una valiosa copa, para que él fuera acusado de robo y ahorcado. Así ocurrió, pero cuando los padres del joven se acercaron al patíbulo descubrieron que su hijo no había muerto. Fueron volando a pedir al comendador que, visto el prodigio, descolgase al inocente y reconociese el terrible error, pero el capitoste se carcajeó diciendo que aquel joven estaba tan vivo como el gallo y la gallina que él se disponía a cenar. Fue entonces cuando ambos gallináceos empezaron a aletear y cacarear sobre la mesa, y ese es justamente el milagro que se recuerda en la catedral y en el dicho con el que empezábamos esta audioguía: «Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada».
Ayyyy… ¿Qué sería de nosotros sin leyendas como esta?