En esta ciudad hay que ver al menos dos museos: uno es el Guggenheim, del que ahora no te vamos a contar nada porque ya lo hemos hecho en otra de nuestras audioguías, y otro el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que está pegadito al Parque de Doña Casilda.
A principios del siglo XX, en Bilbao había una burguesía rica y próspera que se moría de ganas de que la ciudad pudiese mirar a los ojos a las capitales europeas más cultas y cosmopolitas. Con ese espíritu se fundó el Museo de Bellas Artes, que empezó a funcionar en 1914.
Diez años más tarde, en 1924, seguía muy viva la fascinación colectiva por todo lo que fuera o pareciera moderno, y el mundo artístico, entre el dadaísmo, el surrealismo, el cubismo y demás movimientos de vanguardia, no paraba de inventar cosas y dar la vuelta a todas las tortillas. Así que se abrió un segundo museo, el de Arte Moderno, para dedicarlo a las creaciones más rabiosamente innovadoras.
Había, entonces, dos museos bien distintos que se iban a unir en matrimonio allá por 1945, cuando se construyó un edificio de estilo neoclásico para acoger las colecciones de uno y de otro. La obra fue un proyecto de Fernando Urrutia y Gonzalo Cárdenas, y la puedes reconocer en la parte más antigua de la construcción que hoy tienes delante, con su ladrillo y sus cadenas de piedra.
Pero la edificación se fue quedando pequeña con los años, y en los sesenta se planteó seriamente la necesidad de dar un poco más de espacio a las obras. La ampliación, terminada en 1970, se inspiró en las líneas y los materiales empleados por la Bauhaus, y en cierto modo hizo que el continente y el contenido se correspondieran mejor: la unión de lo clásico con lo moderno, presente en el interior desde hacía mucho tiempo, ahora estaba también en el exterior.
Vale la pena que te des una vuelta alrededor del edificio para comprobar todo eso, pero no se te ocurra irte sin entrar porque te perderás una impresionante colección de diez mil piezas, que incluye desde bronces etruscos hasta obras de Sorolla, Gauguin o Saura. y cubre siglos de maravillas entre el gótico y el arte pop.
Eso sí, cuando vuelvas a salir párate frente al monumento a Juan Crisóstomo Arriaga, y fíjate en la musa que sostiene la lira. Si sigue desnuda significa que todo va bien, y que los mojigatos que en los años cuarenta exigieron, y consiguieron, vestirla, no han vuelto a aparecer.