Corría el año 1450 cuando el rey Juan II concedió los arbitrios suficientes para la construcción del Puerto de San Sebastián, aludiendo al cada vez más importante transporte de mercancías de la ciudad. Este hecho, también marcará una de las ocupaciones principales de parte de la población en aquella época: la pesca del bacalao y la ballena.
Tanto es así que allá por el año 1580, con ocasión de la campaña de Terranova, en la Bahía de la Concha se juntaron más de cien barcos. ¡Qué tiempos…! Se exportaban lanas, cueros, crudos de ovino y vacuno, pieles sin preparar de animales de caza, plomo, vino, aceite, hierro, pescado seco, grasas y aceite de cetáceo. Y se importaban cera, cobre, estaño, cueros curtidos y otros tejidos desde Inglaterra, Flandes, Noruega...
Más tarde, ya en el siglo XVIII, y a raíz de fundarse la Real Compañía Guipuzcoana de Navegación a Caracas, el transporte principal fue el de cacao, añadiéndose más tarde la zarzaparrilla, pieles, tabaco, algodón y café.
El puerto estuvo bajo el mando militar hasta que en 1863 la ciudad se deshace del carácter de Plaza de Guerra. A partir de este momento pudieron construirse las casas que existen actualmente en el Paseo del Muelle, al pie del Monte Urgull.
Con el paso del tiempo, según fueron perdiendo importancia las actividades pesqueras del puerto, trasladándose muchas de ellas al cercano y más amplio puerto de Pasajes. Hoy, la mayor parte de las dársenas han sido ocupadas por embarcaciones deportivas. No obstante, aun existe una zona, junto a la lonja de pescado, reservada a pequeños barcos de pesca y gracias a los cuales la gastronomía local goza de una excelente frescura y sabor.
Deciros por último que desde el puerto, en los meses de verano, puedes disfrutar del servicio de motoras a la isla, así como de un paseo mar adentro en el catamarán “Ciudad de San Sebastián”. Un planazo para disfrutar de otra vista diferente de la ciudad…