Si existe una población cuyo nombre es asociado, en el mundo entero, a un cuadro, esa es Guernica. La obra de Picasso fue pintada en 1937, y poco añadiremos a lo que probablemente ya sepas sobre ella: se realizó tras la conmoción causada por el bombardeo de la villa, en el que aviones alemanes e italianos de la Legión Cóndor, sin objetivos militares, masacraron a la población civil en un día de mercado.
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Si existe una población cuyo nombre es asociado, en el mundo entero, a un cuadro, esa es Guernica. La obra de Picasso fue pintada en 1937, y poco añadiremos a lo que probablemente ya sepas sobre ella: se realizó tras la conmoción causada por el bombardeo de la villa, en el que aviones alemanes e italianos de la Legión Cóndor, sin objetivos militares, masacraron a la población civil en un día de mercado.
Aquella monstruosidad, que hizo nacer uno de los cuadros más célebres de la historia, barrió de las calles de la localidad casi todos los antiguos edificios y monumentos, pero no afectó a sus dos grandes símbolos: la Casa de Juntas y, sobre todo, el Árbol de Guernica.
Ambos provienen de viejas costumbres medievales, como suele pasar. El antiguo señorío de Vizcaya tenía sus juntas de gobierno para discutir las leyes y decidir sobre los asuntos importantes, pero también tomaban juramento al señor, que ante ellas debía dar su palabra de respetar los fueros. Tan importante era aquel acto que, cuando el señorío vizcaíno se integró en el reino de Castilla, el monarca en persona tenía que ir a jurar como mandaba la tradición.
El ritual se realizaba bajo un gran árbol, para dar mayor solemnidad a la cosa, y ese era el famoso Árbol de Guernica. El más antiguo del que se tiene noticia nació en el siglo XIV, vivió unos quinientos años, y con sus retoños se ha mantenido un símbolo de libertad junto al que sigue prestando juramento cada presidente del Gobierno Vasco, llamado lehendakari en Euskera.
Así que a la villa de Guernica la historia no le permitió ser monumental, pero es verdaderamente emblemática para la tradición y la cultura vascas. Acoge el Museo de Euskal Herria y el Museo de la Paz, y exhibe un mural que reproduce la obra de Picasso y reivindica su ubicación en el lugar que la inspiró. Además de todo eso, hace honor a un dicho que viene a decir, poco más o menos, que el lunes en Guernica no se da ni golpe: “Lunes gernikes, golpeterik ez”. Y es que ese ha sido el tradicional día de mercado, que en otros tiempos se aprovechaba para relacionarse y divertirse, y hoy mantiene buena parte de esa sana costumbre.
Déjanos añadir que Guernica forma parte de la reserva natural de Urdaibai y que a muy poca distancia tienes playas realmente bonitas. Pero si prefieres otro plan, puedes acercarte al mítico frontón Jai Alai, reconocido por muchos jugadores de pelota como el mejor del mundo.