Hay que ver... y reconocer, que la ubicación de Elantxobe es curiosa hasta decir basta...
A partir de unos pocos caseríos que formaban un barrio llamado “El Ancho” allá por el año 1524, y respaldado en su zona más oriental por el calizo y colosal cabo de Ogoño, la villa fue expandiéndose por sus vertiginosas laderas hacia el puerto defensivo que había en su base. Así, tenemos el segundo vocablo que forma su nombre, be, y que en euskera significa “bajo”: Elantxo...be.
El crear un pueblo en una zona tan abrupta es la consecuencia de que hoy sus calles sean tan estrechas y con unas rampas que te dejan sin respiración dos veces. Una al verlas y otra al subirlas. Fíjate si son estrechas, que la única manera de que giren los autobuses, en la más mínima expresión que hayas visto nunca de lo que puede ser una plaza de pueblo, es mediante una plataforma giratoria.
Pero no te asustes ante sus rampas. Tres accesos completamente independientes para vehículos te permiten visitar tanto la parte superior del pueblo, como el puerto situado, lógicamente, en su parte inferior... así como el barrio de Bermokiz.
Y hablando del puerto, deciros que desde el año 1783, ha tenido que ir reforzándose y reconstruyéndose debido a los habituales embates del mar Cantábrico, ya que se trata de puerto muy abierto a la mar. Ciertamente hay que tener una personalidad muy peculiar para construir un pueblo en un terreno tan, tan complicado, con un puerto enfrentado directamente al mar Cantábrico.
Ya en el siglo XIX, Elantxobe vivía entre vacas gordas gracias a su industria pesquera, cuando se podían contar hasta siete fábricas de escabeche y una de conservas. Y tanto dinero rentaban estos negocios, que fueron los propios pescadores quienes financiaron la construcción de una Iglesia, la de San Nicolás de Bari.
Y esto es todo lo que queríamos contarte sobre Elantxobe. Ahora te toca a ti disfrutarlo en persona!