La histórica villa de Ujué impresiona lo suyo vista desde la distancia: un cerro coronado por una monumental construcción de piedra, y las casas agrupadas en torno a la mole. Hay que acercarse un poco más para descubrir que ese edificio es iglesia y fortaleza a un tiempo, y que en su interior se guarda la clave del origen legendario de esta población.
Según la tradición, un pastor cuidaba sus ovejas cuando vio una paloma que entraba y salía de un agujero con insistencia, como queriendo llamar la atención sobre algo que había allí. El pastor se acercó, descubrió en el hueco una imagen de Santa María y pronto se corrió la voz por las cercanías, cuyos habitantes quisieron trasladarse al lugar del hallazgo para honrar a la Virgen aparecida.
Hasta ahí llega la leyenda. La Historia añade que alrededor del año 800 ya había aquí una fortificación levantada para presentar batalla a los musulmanes, y que más tarde, en el siglo XI, se construyó la iglesia de Santa María de Ujué por orden del rey Sancho Ramírez.
Y por supuesto, más tarde vino otro monarca a hacer cambios en el templo. Este era francés, se llamaba Carlos II “el Malo” y le iba más lo gótico, aunque dejó elementos originales románicos. Mandó construir, además, torres almenadas y los pasos de ronda que rodean el templo dándole ese tremendo aspecto de fortaleza que hoy mantiene.
Pero a pesar de su maléfico y merecido apodo, Carlos tenía devoción por la imagen de la Virgen de Ujué, una magnífica talla románica que el rey mandó revestir de plata. Una fé que, por cierto, no le evitó morir de una forma bastante tonta, cuando los trapos empapados de aguardiente con los que se cubría el cuerpo, para tratar sus problemas de salud, se incendiaron por accidente…
En cualquier caso y cumpliendo sus deseos, el corazón del Malo reposa hoy en un arca al pie de la imagen mariana en este pueblo, su cuerpo lo hace en Pamplona y sus vísceras en Roncesvalles. Unos deseos muy raritos de entender hoy en día, la verdad sea dicha, pero que era algo muy común entre los monarcas franceses de aquella época.
Contarte también, que el templo-fortaleza de Ujué se salvó en su día de ser derribado por orden del cardenal Cisneros. Así que a él le debemos que siga dominando el entorno de la sierra y dando abrigo a las antiguas casas que se desparraman a su alrededor y componen una belleza de pueblo.
Ujué ha atravesado períodos de esplendor y de decadencia, y ha sido mimada por varios reyes. No hace ni cien años que tenía unos 1500 habitantes. Hoy, sin embargo, son la décima parte, pero todas sus maravillas siguen esperándote intactas.