Estás en Ondarroa, una villa vizcaína bastante curiosa que, seguramente, te habrá llamado la atención al llegar a ella por la carretera, desde Mutriku. Allí, desde lo alto de la última curva, te parecerá como si las casas hubieran trepado por la colina que hay en un recodo del río Artibai. Y es que esta villa respira un cierto aire veneciano, ya que parece estar a los pies de un gran canal. Si aparcas al otro lado del río, tendrás el privilegio de cruzar el Puente Viejo, que te hará sentir, todavía más, como si estuvieses en la mencionada ciudad de los canales.
Pero eso, por supuesto, no es lo mejor de Ondarroa...
Como la mayoría de las poblaciones costeras vizcaínas, aparte de tener un entorno natural privilegiado, puedes perderte por las empinadas calles de su Parte Vieja y encontrar muchos locales en los que comer y beber más que bien antes de atacar unos cuantos rincones que merecen la pena visitar. Para empezar puedes echar un vistazo a su parroquia, la iglesia de Santa María, otro ejemplo del Gótico tardió vasco, de la segunda mitad del siglo XV. Fíjate bien en las gárgolas. Son de primera calidad. ¡Seguramente Quasimodo no hubiera tenido inconveniente en pasearse entre ellas!
Pero esa no es la única construcción que hay que ver en Ondarroa. A lo mejor no te has fijado. Para entrar en la villa, antes de llegar al Puente Viejo, tan medieval, has pasado por otro mucho más moderno. ¿Es otra obra del controvertido Calatrava? Pues sí. Fue levantado en este lugar para ir y venir a disfrutar de ese casco viejo que, por cierto, es Conjunto Monumental desde 1994.
Puede que ahora te estés preguntando qué hace tan especial ese casco viejo, que es bonito, sí, pero... ¿tanto como para ser un Conjunto Monumental? Pues sí, porque el caso es que estás ante una villa verdaderamente guerrera. En plena Edad Media, allá por el año 1351, la noble villa de Ondarroa se midió nada más -y nada menos- que con el rey de Inglaterra Eduardo III. Uno de esos reyes a los que Shakespeare dedicó una obra de teatro y que era el nieto del terrible Eduardo “Longshanks”, el “malo” de la película “Braveheart”.
Pero parece ser que Eduardo III no estuvo a la altura de su frenético abuelo... porque en 1353 tuvo que firmar la paz con Ondarroa y con otras villas vascas que habían enviado sus barcos a luchar contra él...
Pero no creas que Ondarroa había tenido bastante con esto. Si sigues paseando por su casco vas a descubrir que estás en las calles de una verdadera superviviente de la Historia.
Pregunta por la torre Likona. Un edificio muy característico del País Vasco, que fue testigo de las interminables luchas entre los clanes de caballeros feudales, los Oñaz y los Gamboa.
Pasea por las calles de Ondarroa, pensando en que varias veces fueron el campo de batalla entre los señores de Arancibia, los Yarza y los Licona hasta que, a finales del siglo XV, las llamas mordieron sus muros en una de esas épicas batallas...
Después de eso vino una larga paz para Ondarroa, hasta que en 1794, la Villa iba a conocer, de primera mano, que en Francia había estallado una revolución que lo iba a cambiar todo. Empezaron guillotinando a su propio rey lo cual no hizo ninguna gracia a los demás reyes. Sobre todo al español, primo del difunto Luis XVI. Así que ¿adivinas que pasó entonces? ¡Claro que sí! El entonces Rey de España, Carlos IV, declaró la guerra y los míticos sans-culottes franceses acabaron llegando hasta Ondarroa... y no con muy buenas intenciones. Para aquellos soldados “azules” el mundo se dividía en dos clases: ellos, los revolucionarios, y los demás, los “esclavos”, que seguían obedeciendo a los “tiranos” que ellos guillotinaban.
El caso es que Ondarroa, fue considerada por los generales revolucionarios franceses, Moncey y Dessein, como un refugio de esos ejércitos de “esclavos”. Así que no tuvieron mejor idea que atacar, saquear e incendiar la villa allá por 1794.
Y para finalizar, te proponemos un curioso juego. Fíjate en las fechas marcadas en los portales de las casas del Casco Viejo mientras paseas. En muchos verás que la casa se construyó después de 1794, pero solo en unos pocos verás que son de años anteriores, lo que significa que estás ante una casa que tuvo la suerte de sobrevivir a aquel tremendo incendio que, dicen, se vió desde Bilbao; ciudad que por cierto, también estaba en la lista negra de los mencionados generales Moncey y Dessein.