Venir a Navarra y no ver Olite no merece perdón. Avisado estás. Tienes que venir a darte un paseo por esta población cuyo nombre todavía se discute si viene o no viene del latín y si tiene o no tiene que ver con las vides y los olivos. Como ya es costumbre por esta España nuestra, los romanos pasaron por aquí, y tras ellos los visigodos con sus reyes de nombre peculiar: Suintila se llamaba el que decidió que este era buen sitio para plantar algunas fortificaciones que les quitaran a los vascones las ganas de venir a liarla por tierras navarras.
Pero claro, ya sabemos que los visigodos tuvieron la mala sombra de recibir la llegada de los ejércitos musulmanes. Así que les tocó, aquí también, subir pitando a las montañas y empezar a planear una venganza que no llegaría hasta los tiempos de los tataranietos de sus tataranietos.
Por aquellas épocas debió de surgir el nombre vasco Erriberri, o sea, Olite, que significa Tierra nueva.Y eso fue, justamente, lo que encontraron los cristianos tras reconquistar esta zona tan disputada durante largos años.
En Olite empezaron a formarse entonces esas callejuelas estrechas que aún hoy conservan su traza medieval, y la ciudad fue ganando importancia y privilegios que, poquito a poco, la llevaron a alcanzar un estatus muy serio. Tan serio que, en el siglo XV, Carlos III el Noble ordenó reformar y ampliar una construcción anterior para crear lo que acabaría siendo el Palacio, o Castillo, de los Reyes de Navarra.
Aquella maravilla erigida por Carlos resultó ser uno de los más impresionantes palacios europeos de la época, con infinitas estancias, galerías y jardines en una especie de anarquía que le daba un encanto particular. Así dicen que fue, porque en realidad, lo que ves hoy es una reconstrucción de principios del siglo XX. Una reconstrucción magnífica, desde luego, pero quizá te estés preguntando por qué no sobrevivió el original.
Pues verás, lo primero fue el abandono de los monarcas, cuando en lugar de serlo solo de Navarra empezaron a serlo de España, de las Indias, y casi hasta de la Luna. Había mucho palacio donde escoger. A eso hay que añadir que llegó el siglo XIX, y con él las Guerras Napoleónicas, y entonces se decidió incendiar el castillo para que los invasores no pudieran utilizarlo en sus malvados fines. Así que: siglos de abandono más incendio táctico, igual a palacio para rehacer.
Hoy en Olite, además de la reconstrucción del esplendoroso edificio, tienes iglesias para todos los gustos, entre ellas la gótica Santa María la Real y la románica de San Pedro, que fue ampliada en el Barroco. También con un buen puñado de preciosas casas señoriales que, de acuerdo, no son el Palacio Real… pero es que contra eso no hay quien compita.