Además de Delicatessen… Níquel… o Bigote… hay otro término de origen alemán que viene muy al caso: Kursaal.
Esta palabra procede de unir Kur (que significa cura) y Saal (que significa sala), o sea, Sala de Curas, y es por ello, que nuestro querido Kursaal no es único, sino que tiene varios familiares: El Kursaal de Luxemburgo, teatro Kursaal de Suiza o el Kursaal de Melilla…
Un detalle antes de seguir… Si bien el término Kursaal nos puede parecer un nombre peculiar, hay que tener en cuenta que en Francia este tipo de edificios tenía un nombre mucho más familiar: Casinos. Es por ello que un Kursaal y un Casino es exactamente lo mismo.
Pero sobre el Kursaal que nos atañe, deciros que hace años fue levantado un gran palacio aquí, que incluía cines, restaurantes, teatro, zonas de juego… Y era tan, tan, tan… que fue bautizado oficialmente como el Gran Kursaal, estrenándose en 1921 sobre los terrenos que San Sebastián iba ganando al mar.
Aquel palacio duró 50 años y resultó que su rentabilidad no fue la esperada, no porque el edificio no la mereciera, sino por que aunque estaba concebido como un espacio multiusos donde, lo que de verdad generaba “caja” era el juego. Y lo que son las cosas, que a los dos años de su inauguración, el dictador Primo de Rivera va y prohíbe el juego en España… Hasta que, tras la muerte del también dictador Francisco Franco, se volvió a permitir en 1977. Demasiado tiempo “sin hacer caja” para cualquier negocio…
Además, como bien dice el refranero: “a perro flaco, todo son pulgas”…
Pues bien, resulta que también se daba la circunstancia de que la titularidad del Gran Kursaal era privada, por lo que los propietarios, en su derecho, optaron por tirar el edifico y tratar de rentabilizar el terreno que ocupaba, procediendo a su derribo en 1973, y reduciendo así su historia a un solar vacío, ausente e incómodo de ver: el Solar K.
Y así pasaron 20 años, uno detrás de otro, hasta que se produce un hecho que marca el futuro de dicho Solar K: El espacio pasa a ser propiedad de un consorcio público, que se encarga de financiar y asignar la obra de un nuevo auditorio. Así, en 1996, 23 años después, el Kursaal renació de sus cenizas y durante tres años florecieron por el lugar enormes grúas, ejércitos de “currelas”, ambiente de hormigoneras y expertos jubilados que, bajo la batuta de Rafael Moneo, levantaron “dos enormes rocas varadas en la desembocadura del Urumea”. Un 23 agosto de 1999, a los sones de la Sinfónica de Euskadi junto a la voz de la soprano Ainhoa Arteta, quedó oficialmente inaugurado el actual Kursaal.
Hoy el lugar ampara dos auditorios, aulas culturales, salas de reuniones, zona comercial, aparcamiento… Espacios donde continuamente se cuecen exposiciones, ferias, conciertos, congresos, festivales de cine y publicidad, proyecciones, zagales patinando por los aledaños, aires de romanticismo y todo tipo de paseantes que, desde su terraza, otean las olas que les propone su vecino, el mar Cantábrico.