El término de Zumaia parece ser que proviene del vocablo zuma o zume, que en euskera significaría mimbre. Una fibra vegetal muy utilizada en la edad media y que, al parecer, abundaba por la zona.
Un monasterio, llamado de Santa María, sería la primera construcción de Zumaia allá por 1292 según dice un pergamino conservado hasta hoy día. Lo que ya está menos claro es el lugar exacto donde estaba, pero de lo que no hay duda es que los primeros habitantes fueron los monjes, quienes un pelín cansados de tanto robo, pillaje y pirateo, levantaron una villa amurallada y fortificada para poderse proteger, tanto ellos como los 4 habitantes mal contados que había dispersados por la zona, de tanto caradura.
Pocos años después, en 1344, los monjes, o mejor dicho su prior del convento de Roncesvalles, firmaron un convenio en Pamplona para establecer aquella villa fortificada y tres años más tarde, el rey Alfonso XI otorga a estas gentes la Carta Puebla de "Villa de Villagrana de Zumaya", bajo fuero de Donostia. Un lugar elegido, entre otras razones, por su amplitud, su situación estratégica y su contacto directo con el mar. Por cierto, hace un momento os decíamos de donde proviene la palabra Zumaia, pero aprovechamos ahora para contaros que lo de Villagrana proviene, al parecer, de la grana o grano que daban los abundantes bosques de encina que había por aquí.
En el siglo XVI, en Zumaia podíamos pasear por las seis calles y sus 70 casas protegidas tras sus murallas, de las cuales hoy no queda ni la más mínima piedra, ya que todo fue destruido a mediados del siglo XVIII para que la zona quedase más “esclarecida" y así poder ampliar la villa.
¡Y vaya si creció! A finales del siglo XIV ya funcionaba uno de los principales negocios de Zumaia: los astilleros, donde se construían a la par, los barcos que exportaban el hierro del interior de la provincia junto a los que se dedicaban a la pesca de salmones, truchas, marisco y anguilas. ¡Y todavía les quedaba tiempo para compaginar todas estas labores con el arte de la agricultura!
Pasa la vida... y con ella pasa el tiempo. Corren finales del siglo XVII, tiempos complicados para la economía de Zumaia. El campo, principal ocupación, especialmente en la producción de trigo, maíz y habas, no daba para todos... Tanto es así que incluso en 1766, cuando estalla la famosa “Machinada”, la rebelión de los campesinos guipuzcoanos contra el ministro Esquilache, se registraron todas las casas para comprobar si alguien tenía más grano del que necesitaba.
Pero lo bueno que tiene cuando las cosas van muy mal, es que si cambian ya solo puede ser para mejor, así que cada vez más se potenció la agricultura, ayudada por la desecación de las marismas lo que posibilitó aumentar el cultivo de maíz. Pero lo que no os podéis imaginar es por lo que más tarde destacaría Zumaia, además de por los astilleros, la pesca y la agricultura... ¡Pues por la fabricación de cemento! Tanto es así que, desde mediados del siglo XIX, se levantaron las primeras fábricas de este producto, exportándolo hasta mercados tan lejanos como los de los Países Bajos, Bélgica, etc...
A ello hay que sumar que, ya en el siglo XIX, las fábricas de cemento se convirtieron en el motor principal de la economía de Zumaia, bajo cuyo efecto-dominó se incrementó la actividad comercial del puerto. Entre los años 1882 y 1885 también se construyó la carretera que la uniría con Getaria, y por tanto con Donostia-San Sebastián. En 1900 llegó el tren y en 1926 echó a andar el ferrocarril del Urola.
Esto supuso que cada vez había más personas que optaron por dedicarse al transporte, tanto marítimo como terrestre, de hierro y otras mercancías, a la par que el negocio de la pesca también crecía, fundándose por aquellos entonces la Cofradía de Mareantes de San Telmo.
Y Así, a principios del siglo XX, volvieron tiempos de vacas gordas para la industria naval e incluso para la industria del motor. Una curiosidad es que en Zumaia se montó el primer motor diesel de todo el Estado.
Y ya, para ir finalizando esta audioguía, os aconsejamos visitar la Casa Museo del pintor Ignacio Zuloaga, con obras del Greco, Rivera, Zurbarán y Goya. La Iglesia de San Pedro, de estilo gótico vasco con aspecto de fortaleza y que está ahí desde 1347 (¡no te pierdas sus estupendas gárgolas que escupen agua a chorros en los días de lluvia!).
Y rematamos ya, visitando la famosa Ermita de San Telmo, vertiginosamente ubicada sobre el acantilado de la playa de Itzurun. El lugar elegido por Amaia y Rafa para casarse en la famosa película “Ocho apellidos vascos”.