A Viniegra de Arriba ni siquiera le quedan los cuatro centenares de habitantes con los que contaba a finales del siglo XVI. Y es que en 2013 eran poco más de cincuenta. Pero, eso sí, conserva el incomparable encanto de un pueblo de piedra construido a casi mil doscientos metros de altura.
En la más elevada de las conocidas Siete Villas, es frecuente ver ovejas, yeguas y vacas andando a sus anchas entre construcciones de varios siglos, porque ambas cosas forman parte de una identidad que se ha mantenido casi intacta durante muchísimo tiempo.
No tanto, sin embargo, como el que tiene la necrópolis romana que fue descubierta pegadita al casco histórico. Tumbas que podrían llevar aquí desde el siglo I y, como siempre pasa, nos plantean un montón de preguntas sin respuesta.
Pero bueno, al menos sabemos más cosas de tiempos algo menos lejanos. Por ejemplo, que tanto Viniegra de Arriba como la de Abajo, formaron parte del señorío medieval de Cameros. Con él recompensó Enrique II de Trastámara al caballero Juan Ramírez de Arellano por ayudarle en sus guerras contra Pedro “el Cruel”. Así funcionaban las cosas entonces. Era habitual cambiar favores de todo tipo por terrenos de todo tipo.
Pero además de guerras también se hacían cosas bellas, como la Ermita de la Magdalena, original del siglo XIII. Fue modificada más tarde, dando como resultado un interior románico y un exterior con aspecto gótico. Tan gótico como la Iglesia de la Asunción, que se levantó en el XV y presenta una arquitectura tan peculiar que descoloca un poco a los expertos en la materia.
Por supuesto, tienes que ver las dos. Y la fuente de los tres caños, y el ayuntamiento. Este es un pueblo para no dejar una sola piedra sin mirar, porque además de ser tan bonito se ha puesto muchísimo cuidado en mantener la estética de las calles y las casas. Para que te hagas una idea, te hablamos de una población en la que hasta 1986 no hubo un alumbrado público en condiciones, y en la que todavía se practica la trashumancia que en otros tiempos era tan común.
Puede que asocies esa trashumancia con los paisajes bonitos, y de eso tampoco falta en el maravilloso entorno natural de Viniegra. Los bosques de robles y hayas abundan, y el nogal es tan característico que le ha dado a los de aquí el apodo de noguerones. Pero lo más espectacular quizá sean los picos y cerros que rodean al pueblo, uno de los cuales se llama Rastraculos. ¿Adivinas por qué? Una pista es que dicho nombre proviene de arrastra culos…. Y otra que allí se puede encontrar una pradera con 300 metros de desnivel, atravesada por un carril de piedra erosionado y muy deslizante…