Hoy te vamos a contar una historia de moros, cristianos y arqueólogos. Transcurre en Jaén, y empieza en los tiempos en que la ciudad era islámica y tenía, por lo tanto, sus mezquitas, sus palacios, sus fuentes y sus sofisticados y artísticos baños.
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Hoy te vamos a contar una historia de moros, cristianos y arqueólogos. Transcurre en Jaén, y empieza en los tiempos en que la ciudad era islámica y tenía, por lo tanto, sus mezquitas, sus palacios, sus fuentes y sus sofisticados y artísticos baños.
A los árabes les gustaba ese asunto de los baños. La higiene corporal formaba parte de las obligaciones de un buen musulmán y no todos tenían la posibilidad de lavarse en su casa, así que tocaba ir con frecuencia hasta el hammam. No podía decirse lo mismo de sus íntimos enemigos cristianos, que seguramente no olían a Chanel cuando, comandados por Fernando III, reconquistaron la ciudad en 1246.
Durante los primeros tiempos de la nueva Jaén, sin embargo, los baños árabes mantuvieron su uso, pero después se destinaron a cosas tan peregrinas como el curtido de pieles. Finalmente, en el siglo XVI, llegó don Fernando de Torres y Portugal, conde de Villardompardo, y decidió plantar un palacio justo encima.
Ese conde no era un tipo cualquiera, por supuesto. Había sido alférez mayor de Jaén y corregidor de Asturias y de Salamanca, e incluso iba a ser nombrado virrey de Perú al final de su vida. O sea, un noble caballero de aquellos que había entonces, servidor de Dios y de su rey.
El caso es que a don Fernando le pareció que su mansión renacentista quedaría perfecta en el lugar que ocupaban los hermosos baños islámicos, por mucho que estos, por entonces, ya contaran con más de quinientos años. ¿Mal hecho? Pues según se mire, porque de no haber edificado aquí, quizá las instalaciones en las que se habían remojado los seguidores de Mahoma no habrían llegado a nosotros.
Las salas del complejo árabe quedaron semienterradas y ocultas entre los cimientos del casoplón del conde, y así pasaron los siglos... Hasta que en 1913 serían descubiertas por Enrique Romero de Torres, hermano del famoso pintor Julio, que trabajaba en la confección del Catálogo Monumental de Jaén y debió de quedarse de una pieza al topar con aquello.
Y es que aquello, que acabó siendo declarado Monumento Nacional, era un verdadero tesoro de la arqueología. Los baños árabes de Jaén están entre los mayores de toda Europa y hoy los puedes ver, naturalmente, en los sótanos del palacio en cuestión. Haznos caso y no te vayas de la ciudad sin visitarlos.