El nombre de la Alpujarra empieza por «Al», y eso suele revelar un origen árabe. Aunque los filólogos no terminan de ponerse de acuerdo sobre ese asunto, lo cierto es que la herencia musulmana en esta comarca va mucho más allá de los topónimos. Para darte cuenta solo tienes que poner los pies en Bubión, un despampanante pueblo ubicado en el Barranco de Poqueira.
La arquitectura, los recovecos y el trazado de las calles tienen ese sabor inconfundiblemente árabe, aunque hayan pasado cinco largos siglos desde que la región volvió a manos cristianas. Porque Granada fue el último territorio en ser reconquistado y, por tanto, el que guarda un pasado islámico más largo e intenso.
Para los Moriscos, o sea, los musulmanes que se quedaron aquí y aceptaron la invitación de convertirse al cristianismo, la vida no fue fácil. Y ya en tiempos de Felipe II, la cosa se puso realmente fea: se les prohibió cualquier manifestación de sus costumbres, su lengua, sus tradiciones y hasta sus vestidos, en un intento de borrar todo el rastro de aquella cultura en territorio español.
El tiro salió por la culata porque la respuesta a semejantes medidas fue una rebelión. La llamada, precisamente, Rebelión de los Moriscos, de la que esta zona resultó ser cuna y escenario. La iglesia de Bubión fue quemada durante aquellos terribles enfrentamientos y lo que hoy ves, claro, es una reconstrucción posterior.
Pero por encima de monumentos, lo más peculiar de la comarca son los terraos y los tinaos. Verás que las casas no tienen tejados, sino cubiertas planas hechas con una arcilla conocida como launa. Pues esos son los terraos, y no está claro si empezaron a hacerse porque aquí escaseaban los materiales para fabricar tejas, o para evitar que la nieve cayese delante de las casas. Y es que no hay que olvidar que estamos en las laderas de Sierra Nevada.
Los tinaos, por su parte, vienen a ser pasadizos que comunican una callejuela con otra y forman curiosos portales, con una habitación encima, que quedan un poco a caballo entre el espacio público y el privado.
Abundan también los balcones colmados de flores, las fuentes y ese gusto por los ornamentos que añade tanta belleza a las calles encaladas. Y además están las vistas, claro. Desde los mil trescientos metros de altitud de Bubión se pueden divisar tanto las cumbres de Sierra Nevada como las aguas del mar, si el día es claro.