Para llegar a la Alhambra tendrás que subir una cuesta, y eso indica, discúlpanos la perogrullada, que se trata de un punto elevado. El clásico emplazamiento para las fortalezas de cualquier época y lugar.
Es así porque, aunque reúne palacios y jardines exuberantes, la maravilla que te dispones a visitar era originalmente una fortificación. Y según algunas teorías, la llamaron «qa'lat al-Hamra'» o «castillo rojo». Apostamos a que las puestas de sol Granadinas tienen mucho que ver con este nombre.
Así que antes de tener nombre árabe y llenarse de filigranas y bellezas, el lugar fue un bastión defensivo para otros pobladores de la zona. Se dice que si los iberos… y que si los romanos… pero saber, no se sabe con certeza. Lo que parece claro es que la estructura amurallada de la ciudadela tiene demasiadas rectas para el gusto musulmán de aquel entonces.
En el siglo XI, la ciudad se convirtió en capital del reino de Taifa, y empezaron a levantarse en la antigua fortaleza cosas y más cosas que, a través de los años, irían dando forma al asombroso conjunto que hoy puedes ver junto a sus 10 000 inscripciones, la mayoría de ellas poemas, sentencias y textos del Corán.
En el XIII se estableció aquí el primer rey nazarí de Granada, y durante el siglo siguiente se construyó la mayoría de lo que ha llegado hasta nosotros. Más adelante, con la ciudad ya en manos cristianas, Carlos V reformaría algunas cosillas para hacer las dependencias donde alojarse en su viaje de bodas. Y ya puesto en canción, también se construyó aquí el palacio renacentista que lleva su nombre. Un capricho en toda regla ya que al parecer jamás llegó a alojarse en él.
Vista la belleza del lugar, no es raro que a los sucesivos reyes españoles les hiciera tilín el sitio. Y es que aunque lo alternasen con otros lugares en Sevilla, Madrid o Valladolid, lo que hay en esta colina resulta tan mágico que enamoraba de inmediato a todo aquel que lo visitaba.
Uno de ellos, Washington Irving, dedicó mucho tiempo y esfuerzo a la Alhambra, a la que llegó en 1829 y en la que tuvo la colosal suerte de vivir y escribir una temporada. Situó sus historias en emplazamientos como la Torre de las Infantas, e imaginó por allí a Felipe V e Isabel de Farnesio igual que en la Torre de los Siete Suelos puedes imaginar a Boabdil. Aquel sultán que, según su madre, a pesar de haber nacido en la Alhambra, no supo defender Granada como un hombre. Fue ella quién le soltó la famosa frase: “Llora como una mujer, lo que no supistes defender como un hombre”.
Aqui, tu fantasía y tus pies tienen mucho que recorrer, empezando por las torres y el Palacio de Comares con su Patio de los Arrayanes. En este último te vendrán a la cabeza reyes moros recostados, mirando el agua de la alberca y escuchando el laúd de las odaliscas mientras los cristianos montaban bulla en las fronteras de la debilitada al-Ándalus.
También te quedarás perplejo con el misterioso Patio de los Leones, que esculpidos en piedra, sostienen la fuente a pesar de que el Corán prohibe representar figuras de animales. Tampoco se tiene idea de su significado. Se dice que los signos del Zodíaco, ¡pero se dicen tantas cosas de este lugar...!
Y no seguimos con todo lo que aquí hay que ver, porque esta audioguía sería tan larga que te quitaríamos demasiado tiempo de visita. Todo está indicado y documentado en este Patrimonio de la Humanidad. Simplemente, recorre cuanto puedas y, sobre todo, disfrútalo mucho. Muchísimo.