En casi todas las listas de los pueblos más bonitos de España encontrarás el nombre de Aínsa. Y si no lo encuentras, desconfía. Porque esta villa oscense pegada al Pirineo es una auténtica joya medieval que, para nuestra suerte, ha sobrevivido a cantidad de cosas y sigue ahí para que vayas, la mires y la admires.
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En casi todas las listas de los pueblos más bonitos de España encontrarás el nombre de Aínsa. Y si no lo encuentras, desconfía. Porque esta villa oscense pegada al Pirineo es una auténtica joya medieval que, para nuestra suerte, ha sobrevivido a cantidad de cosas y sigue ahí para que vayas, la mires y la admires.
Hace cuánto que Aínsa existe es una pregunta muy interesante que la Historia no está en condiciones de responder del todo. Habría que separar lo real de lo legendario, pero como eso es muy difícil te lo vamos a presentar todo junto para que decidas tú:
se dice que alrededor del 724, solo trece años después de que Tarik y los suyos entraran por Gibraltar con ganas de liarla, los cristianos refugiados en estas montañas se dispusieron a la batalla con un tal Garcí Ximénez al mando.
Esa figura de Garcí, que recuerda un poco a la del Rey Arturo de Britania, podría ser una mezcla de varios personajes históricos condimentada con la pimienta propia de las leyendas. O podría ser enteramente real, quién sabe. La cuestión es que aquella lucha pintaba muy bien para el ejército musulmán hasta que, en una de éstas, una cruz de fuego apareció milagrosamente sobre un árbol y renovó las fuerzas de los cristianos, que gracias al subidón fueron capaces de reconquistarle Aínsa a los de la Media Luna y dar un giro a los acontecimientos. Desde el siglo XVI, una cruz cubierta por un templete ubicada muy cerca del pueblo, nos recuerda aquel extraño acontecimiento.
Eso puedes creértelo o no, como veas, pero la Historia de la localidad es milenaria en todo caso. Su castillo, sin ir más lejos, es del siglo XI, aunque fue muy reformado en el XVII, y también viene de aquellos tiempos la Iglesia de Santa María, que se tiene por uno de los grandes tesoros del románico aragonés.
Además no te puedes perder la Plaza Mayor, cuyo tamaño da una idea de la importancia que debió de tener la villa por los siglos XII y XIII, y tampoco las callejuelas ni las murallas con sus puertas. En pocas palabras: tienes que caminarlo todo, verlo todo y husmearlo todo para experimentar a fondo el fuerte carácter del lugar y su sabor, más medieval que la Tizona del Cid.
En las montañas de Huesca, en la comarca del Sobrarbe, te espera uno de esos pueblos que son un verdadero regalo al que solo le falta el lacito. De verdad te decimos, que merece la pena el viaje hasta este lugar.