Aunque no lo sepas, las calles de Pedraza ya las has visto varias veces en la tele. Y es que no hay en España muchas villas amuralladas que resulten tan perfectas para rodar series ambientadas en otros tiempos. Isabel, Tierra de Lobos, Toledo o El Pícaro son algunas de ellas, pero, como ocurre siempre, la ficción es ampliamente superada por la realidad en este escenario lleno de arcos, casas hidalgas y sabor renacentista.
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Aunque no lo sepas, las calles de Pedraza ya las has visto varias veces en la tele. Y es que no hay en España muchas villas amuralladas que resulten tan perfectas para rodar series ambientadas en otros tiempos. Isabel, Tierra de Lobos, Toledo o El Pícaro son algunas de ellas, pero, como ocurre siempre, la ficción es ampliamente superada por la realidad en este escenario lleno de arcos, casas hidalgas y sabor renacentista.
Sobre los orígenes de Pedraza se estudia y se elucubra, pero no se tienen muchas certezas. Pudo ser una población fortificada de tipo celta. Y pudo también ser cuna de la madre de Trajano, el primer emperador romano nacido en España. Hasta hay quien sostiene que el propio Trajano vio la luz aquí y no en Itálica como se suele afirmar. Sea como sea, apenas queda nada de aquellos tiempos, porque a Pedraza, repoblada tras la Reconquista, no se le puso la cara que hoy le puedes ver hasta el siglo XVI.
Recorrerla entera no te va a llevar mucho tiempo, así que puedes pararte en cada rinconcillo y darle un poco a la imaginación. En la cárcel medieval, sin embargo, casi es mejor no imaginar con demasiado detalle los horrores de aquellos tiempos. Nosotros te avisamos…
Pero en el castillo, sí. El soberbio castillo de Pedraza ha sido protagonista de un montón de historias, como se espera siempre de un castillo, pero quizá la más recordada es la que llevó a dos príncipes de Francia a ser encerrados en su interior como rehenes de Carlos V.
El de Habsburgo andaba a la greña con el monarca francés Francisco I, y consiguió echarle el guante tras la batalla de Pavía, en 1525. Después lo retuvo como prisionero una temporadita, lo justo para hacerle firmar unas cuantas cosas que Francisco se comprometió a respetar si lo liberaban.
Pero el emperador no era tan tonto como para fiarse así sin más, así que le exigió a su rival la entrega de sus dos hijos mayores, que quedarían como invitados forzosos en tierras españolas para garantizar que su papá cumpliría con su palabra.
Los dos chavales se cruzaron en el Bidasoa con su padre, quien no los volvería a ver hasta cuatro años después, y se dirigieron a su cautiverio entre los muros de Carlos V. La mayor parte de ese tiempo lo pasaron en este castillo de Pedraza, mientras les llegaban las noticias de cómo su progenitor se pasaba la palabra dada por el arco de triunfo. Pero esa, ya sabes, es otra historia.
Cuatrocientos años después de aquello, el castillo fue comprado por el pintor Ignacio Zuloaga quien tras darle un buen lavado de cara, instaló en él su taller.