Desde el pueblo de Potes, en pleno corazón de la comarca de Líébana, se disfruta de un paisaje montañoso e idílico. Pero hace sólo unos cuantos siglos, ese entorno también sirvió de escenario a sangrientas pugnas entre linajes nobles; en particular, los Manrique y los Mendoza, cuyas peloteras forman parte de la memoria medieval de Potes y de todo el territorio lebaniego.
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Desde el pueblo de Potes, en pleno corazón de la comarca de Líébana, se disfruta de un paisaje montañoso e idílico. Pero hace sólo unos cuantos siglos, ese entorno también sirvió de escenario a sangrientas pugnas entre linajes nobles; en particular, los Manrique y los Mendoza, cuyas peloteras forman parte de la memoria medieval de Potes y de todo el territorio lebaniego.
En aquellos tiempos, los pueblos y las tierras pasaban de condes a reyes y de obispos a marqueses como quien no quiere la cosa. Y fue precisamente el Marqués de Santillana, Iñigo López de Mendoza, quien acabó consolidándose como hombre fuerte de Potes. Iñigo era un tipo capaz de partir en dos a un enemigo con la mano derecha y escribir poesías con la izquierda, así que no solo ganó prestigio militar. Sus mandobles y sus combates son hoy menos recordados que su talla intelectual y su cultura, que adquirió leyendo y rodeándose de estudiosos y humanistas.
La familia del marqués ocuparía durante mucho tiempo la Torre del Infantado, una rotunda y espectacular fortificación que se ha convertido en el edificio más simbólico de esta localidad. Tiene un patio interior que lleva luz a sus estancias, un elemento muy poco frecuente que, al parecer, se introdujo en el siglo XVI siguiendo la moda italiana.
Esta Torre del Infantado es la más conocida de las torres de Potes y el centro de su belicosa Historia, pero hay, al menos, otros dos monumentos que debes visitar sin excusa: la antigua oglesia de San Vicente y la Torre de Orejón de la Lama, que tiene muy cerca el hermoso Puente de San Cayetano. Por supuesto que hay más torres y más rincones encantadores en la villa, pero te dejamos que los descubras por tu cuenta.
El casco histórico de Potes ardió, como tantas cosas, en la maldita Guerra Civil. Después fue reconstruido y restaurado, y en la actualidad retiene gran parte de su belleza original. Pero por muy bonito que sea Potes, que lo es, y por mucho que merezca la pena recorrerlo entero, que lo merece, también es verdad que en los alrededores hay demasiadas maravillas como para no hacer una escapadita.
A tiro de piedra no solo están las majestuosas montañas cántabras. También te esperan el Monasterio de Santo Toribio, la iglesia prerrománica de Santa María de Lebeña y el templo de Santa María de Piasca. Todos auténticos tesoros. ¿Te los vas a perder?