¿Qué tendrá el mundo gótico, que tanto nos llama la atención?
Un tal Christian Jacq, que sabe un rato de estas cosas, ya lo dice en su libro sobre catedrales. Según él, construir catedrales góticas como ésta que ves, estaba reservado exclusivamente para gente con un previo y duro aprendizaje. Personas que empezaban desde abajo, llevando agua y piedra con sus manos y trabajando en las tareas más duras para así, poco a poco, elevar esas construcciones hasta el mismísimo Cielo. Y sólo después de muchos años, cuando el aprendiz había demostrado ser de confianza, se le iban revelando los secretos de los números y de los símbolos que pueblan las catedrales góticas como ésta que tienes delante.
Y es que el método para poder construir este tipo de catedrales era tan secreto que, allá por el siglo XIV, fueron sus constructores quienes crearon las primeras asociaciones masónicas cuando al rey de Francia, Felipe el Hermoso, le dio uno de sus cuartos de hora y se puso a perseguir a los gremios. En especial al de los constructores, quienes optaron por huir, siguiendo los pasos de los templarios, hacia Oriente.
Así que, esta migración forzosa fue lo que también tuvieron como premio quienes construyeron a partir de 1250, más o menos, esta gran catedral: la Pulchra Leonina (o sea, la bella Catedral de León) que, como dice uno de los que mejor la conoce, Manuel Chamoso Lamas, es la más perfecta de España gracias al maestro Enrique de Francia, quien trabajó en ella hasta su muerte en el año 1277.
Sin necesidad de entrar en la catedral y ver sus tesoros en forma de códices mozárabes y otras obras de arte desde el Románico hasta el Barroco, te vas a dar cuenta enseguida de que es un edificio un tanto especial. Para empezar es una de las catedrales más altas de Europa. Y no sólo por su gran torre de campanario (la que tienes a la derecha si te pones frente a la entrada principal del edificio), sino por los remates de los arbotantes que sujetan, como en todas las catedrales góticas, los muros de las naves. Fíjate bien, porque seguramente sean los más altos que has visto, dando a esta catedral un aspecto visual mucho más ligero que el de muchas otras catedrales. Aunque todo hay que decirlo, no solo era su aspecto visual sino que realmente eran demasiado ligeros. Tanto que la catedral estuvo a punto de derrumbarse en el siglo XIX, obligando a hacer arriesgadas obras de reforma que son las que le dieron el aspecto que ves ahora ante ti y tu ávida cámara de fotos.
Las vidrieras son verdaderamente especiales ya que han aguantado desde la Edad Media, cosa nada fácil… Sobre todo cuando en 1755, el terremoto de Lisboa no se las llevó por delante de chiripa… ni cuando más tarde, como os contábamos antes, el lento desmoronarse de la frágil catedral obligó al arquitecto Juan B. Lázaro a desmontarlas, restaurarlas y volver a montarlas cuidadosamente tal y como los maestros medievales las habían dispuesto. Algo que, como ya te imaginarás, no fue hecho por casualidad, sino por unas muy buenas razones de esas que sólo conocían los constructores que la crearon.
A partir de aquí, poco más te podemos decir. No porque no haya más que ver, sino porque pensamos que es mucho más entretenido que descubras por ti mismo, tanto en el exterior como en el interior, los miles de detalles que hay inscritos en sus paredes, auténticas supervivientes a la ruina del paso del tiempo.