Nadie que haya estado en Llanes pone en duda que este lugar es una belleza. Y los que han estado no son precisamente pocos, porque entre playas increíbles, patrimonio histórico y maravillas paisajísticas, el concejo asturiano atrae cada año a una marea de turistas con ganas de comprobar si esto es tan bonito como todo el mundo dice. Y resulta que sí; que lo es.
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Nadie que haya estado en Llanes pone en duda que este lugar es una belleza. Y los que han estado no son precisamente pocos, porque entre playas increíbles, patrimonio histórico y maravillas paisajísticas, el concejo asturiano atrae cada año a una marea de turistas con ganas de comprobar si esto es tan bonito como todo el mundo dice. Y resulta que sí; que lo es.
Llanes se llamó Puebla de Aguilar en tiempos medievales, y empezó a construir sus murallas y su torre allá por el siglo XIII; algo bastante curioso, pues los ejércitos musulmanes estaban más que lejos y los vikingos hacía la tira que no aterrorizaban las costas. Por lo que parece, la protección buscada era contra los clanes nobles y belicosos que, en una de éstas, pudieran tener ganas de apoderarse de la villa. Y es que cualquier bala hace daño, venga del bando que venga.
De aquella época es la iglesia de Santa María, una de las cumbres del gótico asturiano y una de las cosas que deberías ver sin dudarlo. Para su construcción se rascaron el bolsillo todos los vecinos, y es por eso que la propiedad del templo corresponde al pueblo de Llanes y no a la Iglesia, como suele ser lo habitual.
Una vez amurallados, los de aquí se dedicaron al comercio y a la pesca de ballenas, el puerto creció y en las calles empezaron a aparecer mansiones señoriales como el palacio de Gastañaga. Muy diferentes, por cierto, de las que siglos más tarde iban a construir los indianos por esta comarca. A principios del XX, entre las edificaciones tradicionales brotaron llamativas casonas que eran el símbolo del triunfo de los emigrantes retornados y que continúan formando parte de la identidad de la villa.
Entre unas cosas y otras, a Llanes le quedó tiempo para hacer frente a los ejércitos napoleónicos, levantar un ayuntamiento neoclásico y un casino modernista, y prepararse para el turismo que iba a llegar buscando parajes como la playa de Cuevas del Mar y sus agujeros en la roca.
Y siguiendo con el mar de testigo, te recomendamos acercarte hasta el muelle para ver los Cubos de la Memoria. Una colorida y sorprendente obra del artista Agustín Ibarrola que decora los bloques de hormigón de la escollera del puerto de la villa.