Lo bueno que tiene el casco histórico de León, además de los bares del “Barrio Húmedo”, es que sin darte una gran caminata puedes ver edificios de casi todas las épocas. La Colegiata de San Isidoro… La Catedral… y lo que vino después del Románico y el Gótico: el Renacimiento, representado aquí por el Palacio de los Guzmanes, hoy sede de la Diputación leonesa.
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Lo bueno que tiene el casco histórico de León, además de los bares del “Barrio Húmedo”, es que sin darte una gran caminata puedes ver edificios de casi todas las épocas. La Colegiata de San Isidoro… La Catedral… y lo que vino después del Románico y el Gótico: el Renacimiento, representado aquí por el Palacio de los Guzmanes, hoy sede de la Diputación leonesa.
¿Qué te podemos decir de este edificio? Pues para empezar, con con sólo mirarlo, ya ves que es un palacio que parece sacado de la Florencia o la Roma del Renacimiento. No es de extrañar porque quien mandó hacerlo, el obispo don Juan de Quiñones y Guzmán, había vivido en Italia en aquella época. Concretamente en Trento, donde se celebró el famoso concilio en el que la curia romana acordó, básicamente, dar la del pulpo a luteranos y otros herejes.
Fue el arquitecto santanderino Gil de Hontañón quien se empleó a fondo para dotar a este edificio leonés de los más puros elementos del Renacimiento italiano. Ahí están esos arcos de medio punto y la decoración con columnas jónicas vigiladas a través de los siglos por los guerreros de la entrada principal.
Disfruta de esas formas sobrias, matemáticas y puramente renacentistas que Gil de Hontañón dejó en este Palacio de 2.000 m2, empezado a construir en el año 1559.
Declarado patrimonio nacional desde 1963, aquí también puedes ver, en los ornamentos de la fachada, magníficos ejemplos del Renacimiento alemán especialmente en las cartelas que adornan la parte superior de este Palacio.
Y es que si te fijas en otro de los edificios de la Plaza de San Marcelo, a la que da este Palacio de los Guzmanes, verás una parroquia que también parece una iglesia renacentista con esa sencillez de formas lisas y sin apenas ornamentos. Algo llamativo porque esa iglesia, que es de las más viejas de León, fue iniciada en el Románico pero sólo estuvo acabada en el año 1628, en pleno Barroco, cuando las guirnaldas, cornucopias y otros adornos era la moda que se llevaba. Aún así mantuvo sus líneas más puras, más románicas y renacentistas. Como si los sucesivos arquitectos que la fueron elevando no hubieran querido hacer sombra, con un exceso de Barroco, a ese ejemplo de construcción renacentista que es este Palacio de los Guzmanes. Aunque apostamos a que a alguno de aquellos arquitectos posteriores le dolerían los ojos al ver tanto espacio liso sin poder rellenarlo de ornamentos…