Hay en España algunos cementerios ingleses que, grosso modo, comparten antigüedad: los de Santander y San Sebastián, por ejemplo, tienen en común con el de Málaga su aparición en la romántica y agitada primera mitad del siglo XIX.
Pero el malagueño, que es el que ahora nos importa, parece que data de 1830. Por entonces andaban por la zona bastantes británicos que habían llegado atraídos por el empuje comercial de la ciudad y las posibilidades de negocio que las minas y el vino ofrecían. Aunque estaba el problema religioso: esas personas no eran católicas, pero eran mortales. Y cuando se morían, no podían ser sepultadas en los cementerios parroquiales por el dichoso conflicto de credos. Así que, a falta de suelo sagrado, los entierros tenían que hacerse en la playa y por la noche, a la luz de las antorchas.
Para poner remedio a la situación, y gracias a los esfuerzos del cónsul William Mark, se acordó ceder un trocito de terreno municipal y destinarlo a cementerio protestante. Un terreno que miraba al mar y en el que muy pronto se abriría la que, según dicen, fue su primera tumba: la de Robert Boyd, un joven oficial irlandés que acompañó al general Torrijos en su intento de restaurar la libertad y el orden constitucional, y que acabó, como los demás participantes en la insurrección, fusilado en la playa de San Andrés sin juicio ni nada.
El camposanto malagueño recibió al valiente Robert en 1831, y pocos años más tarde, los de San Sebastián y Santander empezarían a hacer lo propio con los miembros de la Legión Auxiliar Británica, llegados a España en 1835 para apoyar la causa liberal.
No es raro que el cementerio de aquí tenga, como el donostiarra, una intensa aura melancólica. Da igual que las tumbas y mausoleos sean neogóticos, modernistas o neoclásicos; el aliento de todo ese pasado se percibe, y encima tiene unas hermosas vistas que ponen la guinda a un escenario nostálgico de verdad.
El lugar pasó por una época complicada durante buena parte del siglo XX, cuando la falta de recursos hizo difícil su mantenimiento y lo condujo a un estado de abandono del que, por suerte, ya se ha recuperado. Aparca un rato los miedos y prejuicios, si los tienes, y date un paseo por sus jardines y entre sus tumbas, haznos caso... Es un sitio demasiado especial para no dedicarle un ratito de tu visita a Málaga.