La de Málaga es una catedral realmente curiosa por un montón de razones. Una de ellas es el sitio en que se levanta. Un punto en el que, según parece, las fuerzas telúricas se manifiestan con especial intensidad. Tal vez ese sea el motivo por el que este lugar, precisamente este, fuera elegido para el culto por iberos, fenicios, romanos, visigodos y musulmanes.
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La de Málaga es una catedral realmente curiosa por un montón de razones. Una de ellas es el sitio en que se levanta. Un punto en el que, según parece, las fuerzas telúricas se manifiestan con especial intensidad. Tal vez ese sea el motivo por el que este lugar, precisamente este, fuera elegido para el culto por iberos, fenicios, romanos, visigodos y musulmanes.
El turno de los cristianos llegó tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, en 1487. Lo primero que ordenó la pareja real fue convertir la mezquita en iglesia, cosa que se hizo deprisa y corriendo. Pero era necesario darle unas dimensiones mayores y afrontar una obra de más envergadura que se empezó años después, seguramente confiando en que no se tardaría mucho en terminarla.
Pero se tardó mucho. Muchísimo. Todo lo que va de 1528 a 1782, o sea, unos dos siglos y medio que, encima, tampoco sirvieron para acabar totalmente las obras. La catedral se quedó con el apodo de La Manquita porque la segunda torre nunca se concluyó, y todo por un rosario de problemas y obstáculos que alargaron el proceso constructivo la tira de generaciones.
Por eso mismo, la pregunta del millón es a qué estilo pertenece el monumento. Ten en cuenta que hay partes renacentistas, partes barrocas, elementos góticos, aportaciones neoclásicas y algunas trazas de la mezquita que estuvo aquí ocho siglos.
Es lo que pasa cuando una obra va atravesando los siglos, las corrientes y las modas. Que a los que trabajan al final no les gustan las ideas de los que trabajaron al principio, y que cada vez que se quiere acabarla, no hay dinero para hacerlo. Eso ocurrió a finales del XVIII porque, según se dice, los fondos que debían servir para finiquitar la obra terminaron en América, apoyando la independencia estadounidense.
Se ve que La Manquita no tuvo el viento de la historia a favor, pero con complicaciones y todo es una joya arquitectónica con fantásticas bóvedas, una sorprendente integración de varios estilos y una estética en la que, quizá, predomina lo renacentista sobre el resto.
En cualquier caso, una maravilla que hay que ver.