Ya, ya sabemos a qué te suena Marbella: revistas del corazón, famoseo, fantasmeo y chupi fiestas de gente con mucha pasta… o que al menos la aparentan. Pero mira, en esta audioguía tendrás la ocasión de conocer algunas cosas que, a lo mejor, te dan otra idea del lugar.
leer más
Ya, ya sabemos a qué te suena Marbella: revistas del corazón, famoseo, fantasmeo y chupi fiestas de gente con mucha pasta… o que al menos la aparentan. Pero mira, en esta audioguía tendrás la ocasión de conocer algunas cosas que, a lo mejor, te dan otra idea del lugar.
Porque Marbella tiene toda una historia. La tiene desde 1485, cuando los Reyes Católicos conquistaron la ciudad a los árabes, y la tiene también antes, mucho antes, con un asentamiento romano del que todavía quedan restos y una larga ocupación musulmana que dejó fortificaciones como las que se pueden ver por la calle del Arte y la plaza de San Bernabé, en pleno casco antiguo. Parece ser que son del siglo X, cuando el califato Omeya estaba en pleno auge.
La época cristiana también dejó sus huellas en el patrimonio artístico marbellí: el ayuntamiento, la Ermita de la Veracruz y la Capilla de San Juan de Dios son del siglo XVI. La fuente de la Plaza de los Naranjos es del XVII, y la Iglesia de la Encarnación una joya barroca del XVIII.
Todas esas cosas han sobrevivido al tiempo y a los piratas berberiscos. Y es que durante buena parte de esta historia, casi nadie se atrevía a vivir en la costa por terror a los corsarios de Argel, que de vez en cuando aparecían en sus galeras a destripar, incendiar y secuestrar todo lo que se les pusiera por delante.
Cientos de años vivió la región en esa permanente angustia, y si te acercas a Puerto Banús podrás ver una torre que, un pelín modificada, ha quedado como vestigio de aquellas épocas de incesante vigilancia. Hasta el siglo XIX cumplió la torre su función, lo que deja claro que, con más glamour o con menos, Marbella supo mantenerse firme cuando el pánico al turco iba dejando desiertas las playas mediterráneas.
En ese siglo XIX, con la cosa un poco más calmada, fue una de las primeras ciudades con fundiciones industriales de hierro, y de aquel período hay todavía rastro en el barrio del Ángel. Pero en la segunda mitad del XX gracias a su afamado microclima, vinieron algunos famosos que enseguida arrastraron a otros famosos, y de repente el sitio estaba lleno de ricachones y yates de los que quitan el hipo. Algunos de ellos, paradojas de la vida, propiedad de jeques árabes que traían sonrisas y petrodólares en lugar de espadas y ganas de bronca. Todo un progreso de la historia, ¿no crees?