Hoy en día, la explicación de que haya tantas vírgenes negras de la época medieval por estos andurriales está clara. Dicen los que saben que no se trata del efecto del tiempo, la humedad o los barnices como algunos nos quisieron hacer creer. Que el negro es su color original porque fueron hechas con antiguas deidades orientales como referencia.
Te contamos esto porque la Basílica de Nuestra Señora de Atocha está dedicada a una virgen negra, con una leyenda que se remonta a los primeros tiempos de la dominación musulmana. Verás…
Corría el año 720, cuando los ejércitos invasores recién llegados ni siquiera habían terminado de deshacer la maleta. Su eficacia militar les había hecho ganar terreno a pasmosa velocidad y ya habían plantado sus fortificaciones donde ahora, palmo arriba o abajo, se encuentra Madrid.
Los cristianos de la zona trataban de mantener sus santuarios y devociones como podían, y una de ellas era esta virgen negra. El asunto es que un día desapareció de su sitio y fue a reaparecer en mitad del campo, entre unos hierbajos. Este hecho que no tiene pinta se ser mucho más misterioso que un simple hurto, fue motivo suficiente para que en un arranque muy de la época, se decidiera levantarle allí mismo una ermita. Se dijo que la aparición fue debida a un milagro y nadie se atrevió a cuestionarlo. Por si las hogueras, ya sabes…
El caso es que la ermita no pareció gustar mucho a los moros, que se fueron a por sus dueños sin pensárselo dos veces. El puñado de cristianos se vio perdido, tanto que uno de ellos, Gracián Ramírez, dio muerte a su mujer y su hija ante la Virgen de Atocha para evitarles ultrajes y humillaciones.
Pero parece que el tipo se precipitó un poco ya que, de algún modo milagroso, cuenta la leyenda, lograron vencer al enemigo y para rematar la victoria, al volver Gracián a la ermita encontró vivas a las dos mujeres sacrificadas.
Así, la virgen negra se apuntó dos tantos en forma de milagro: ayudar a los cristianos a vencer a los moros y resucitar a las dos mozas.
Y así, pasaron muchos siglos, calamidades y reconstrucciones en este lugar hasta que nació el general Prim, un reconocido masón que, al parecer, sentía una gran fascinación por aquella imagen de la Virgen Negra y su simbología. Tanto es así, que el cuerpo de Prim fue llevado ante dicha virgen tras su misterioso asesinato, en 1870, y enterrado en una ceremonia masónica.
Además, la Virgen de Atocha tenía también una larga historia de veneración por parte de la familia real, que la consideraba su protectora. Pero como el edificio que la albergaba estaba bastante cochambroso, la regente María Cristina ordenó, en 1888, la construcción de un nuevo templo al que se debía añadir un Panteón de Hombres Ilustres.
Lo malo fue que el dinero se terminó antes que las obras, y todo quedó parado hasta que el régimen franquista reedificó a su gusto el edificio, siendo chafado poco después, durante la Guerra Civil.
Lo de los Hombres ilustres, que había tenido varios precedentes durante el XIX, tampoco terminó de cuajar en esta Basílica de Atocha. A día de hoy solo reúne algunas figuras políticas como Cánovas o Sagasta y no tiene mucha pinta de crecer. Porque claro, ¿quién decide quién es un hombre ilustre y si merece estar aqui?