La Cuna de Castilla, así es como llaman a Covarrubias. Y quizá estés pensando que, aunque la villa sea tan bonita y rezume Historia por los cuatro costados, lo de Cuna parece algo exagerado, ¿verdad? Pues vamos a ver si lo es o no lo es.
Parece que aquí existieron asentamientos en tiempos antiquísimos, pero la verdadera semilla de Covarrubias es visigoda y su fundación fue cosa del rey Chindasvinto. Tras el paso de los árabes por la zona, llegaría el renacimiento de la población en el siglo X.
Es entonces cuando el conde Fernán González y su hijo García le meten un par de marchas a esta historia. García compra la villa a los monjes y funda el Infantado de Covarrubias, un territorio enorme que iba a tener su propia justicia y no iba a dar cuentas a nadie. Y cuando te decimos enorme, queremos decir que incluía parte de las actuales provincias de Álava, La Rioja, Palencia, Burgos y Cantabria. ¿Vas entendiendo ahora eso de la Cuna?
El infantado fue muy poderoso y una auténtica mina de buenas historias: por ejemplo, es importantísimo que sepas que en el Torreón de Fernán González, el conde emparedó a su propia hija Urraca para castigar sus líos amorosos con un pastor. Y también que hay testimonios de que el mismo conde, una vez muerto, aún se agitaba ruidosamente en su tumba cada vez que se avecinaba alguna batalla importante.
Otro relato que tenemos para contarte es el de una nórdica y dulce princesa que murió de melancolía. Kristina, que así se llamaba la hija del rey de Noruega, llegó aquí para casarse con Alfonso X, pero las cosas se liaron, Alfonso se echó atrás y hubo que buscar una solución que no ofendiera al rey Haakon. Así que la princesa acabó casándose con el infante Felipe, que gobernaba Covarrubias allá por el siglo XIII. Tras años languideciendo en un palacio sevillano por nostalgia de su tierra, Kristina se apagó, y sus restos se guardan hoy en un sepulcro gótico ubicado en la Colegiata de Covarrubias.
Muchas de las maravillas del lugar son algo más recientes, de los siglos XV y XVI. Desde casas con el tradicional entramado de madera, como la de Doña Sancha, hasta la Iglesia de Santo Tomás o el Archivo del Adelantamiento de Castilla, un rotundo edificio de tiempos de Felipe II.
El médico personal de Felipe, era, precisamente, de Covarrubias. El Divino Vallés, que así le llamaban por su pericia y conocimientos, ordenó derribar las antiguas murallas cuando la peste barría la población. Decía que la mejor solución era ventilar las calles para que el virus se fuera volando.