A Moguer no puede dejar de ir nadie que tenga algo de interés en la aventura descubridora de don Cristóbal. Y es que, si quieres descubrir si Colón era de Génova o de Pontevedra, o si los últimos templarios tuvieron algo que ver con su historia, debes visitar esta localidad. No hay otra alternativa.
De todas formas, tampoco esperes encontrar aquí las respuestas a estos enigmas, pero sí que podrás sumergirte en un lugar clave en la hazaña colombina, plagado de referencias y recuerdos del Gran Descubrimiento.
Para empezar, fue aquí mismo donde se reclutó a muchos de los marinos que se iban a jugar el bigote atravesando el desconocido y tenebroso océano. Y también aquí fue donde se construyó una de las tres carabelas: La Niña, cuya fabricación fue cosa de los hermanos Niño, unos expertos hombres de mar que además formaron parte de la tripulación y, como ya habrás imaginado, también dieron nombre a la nave.
Intrépidos marinos a quienes no se les acabó el trabajo al llegar a tierras americanas, porque el viaje de vuelta fue bastante más movidito que el de ida. Con solo dos carabelas, pues la Santa María se había ido a pique, se les vino encima una tempestad que separó a la Pinta y la Niña. Y esta última, en la que iba el almirante Colón, se vio envuelta en un oleaje tan pavoroso que los marinos hicieron una promesa si salían con bien de aquello. Era el 14 de febrero de 1493.
La nave se salvó, y poco después de tocar tierra en el puerto de Palos, almirante y marineros fueron derechitos al Monasterio de Santa Clara, donde pasaron la noche rezando y dando gracias por no haber terminado engullidos por el mar o en la barriga de algún enorme cetáceo.
La abadesa de Santa Clara había prestado su apoyo al loco proyecto y se dice que Colón tenía un especial cariño por este lugar, vinculado ya para siempre a su figura. Pero también está en Moguer el Convento de San Francisco, del que salieron cantidad de misioneros prestos a cruzar los mares para llevar su doctrina y su cruz a los habitantes del Nuevo Mundo. Y de paso a cargarse sus creencias, violar a unas cuantas indígenas, esclavizar otros cuantos salvajes y traerse para acá su oro y sus joyas. Ya sabes cómo iba la cosa en aquellos tiempos…
Otro personaje, mucho más reciente, que también se suele asociar con Moguer, mayormente porqué nació aquí, es el escritor Juan Ramón Jiménez, que siempre tuvo a esta localidad como referencia en su obra “Platero y yo”. En ella, el poeta narraba las sensaciones de cuando era un niño y paseaba con su burro por este lugar que también ha dado una enorme cantidad de marinos ilustres y que, por mucho que quedara tocado tras el terremoto de 1755, hoy merece la pena ver.
Así que no te pierdas en tu visita a Moguer su castillo, que vigila atentamente desde lo alto toda la zona. Nacido como torre de defensa romana, gracias a su ubicación fue ampliándose por sucesivas culturas hasta llegar a la categoría de Castillo, allá por el mil trescientos y pico, y a la declaración de Monumento Nacional en 1949.
Por último, puedes asomarte a la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, el templo religioso mas grande de toda la provincia de Huelva. Levantada en el siglo XVIII sobre una antigua iglesia mudéjar, estás ante una superviviente del terremoto de 1755, de los saqueos de los franceses y de las bombas de la guerra civil española. Y todo ello con tan buen y barroco aspecto.