Nadie sabe de dónde viene exactamente la costumbre de llamar a Cádiz La tacita de plata. Según una de las muchas teorías, se debe a que, durante siglos, por la ciudad circularon verdaderos ríos de dinero, metales preciosos y diamantes de duquesas.
Y es que, con tacita o sin ella, Cádiz era riquísima. Si a eso le añadimos que estaba pegada al mar en unos tiempos en que sobraban barcos cargados de cañones y de tesoros, ya nos podemos hacer una idea del cuadro completo.
La ciudad tenía que defenderse, y nada mejor para eso que una buena fortificación con la que hacer frente a tanto enemigo. Así que en el siglo XVI se levantó aquí una primera muralla, y en el XVIII ya tenía la Puerta de Tierra un aspecto muy parecido al que hoy mantiene, separando la vieja Cádiz de la nueva.
No deja de tener algo de milagroso que hoy puedas ver esta puerta, porque en 1755 estuvo en un tris de ser tragada por el océano junto con el resto de la población. El terremoto que aniquiló Lisboa llegó a Cádiz en forma de maremoto y olas monstruosas, que no arrasaron la ciudad por completo gracias, justamente, al cierre de la Puerta de Tierra. Pero por ella ya habían salido gaditanos que, corriendo despavoridos, creyeron que la isla de León era un sitio más seguro.
Las aguas se los llevaron a todos por delante y la catástrofe sumó esos muertos a los habidos en otros países, dejando a los filósofos de la época discutiendo si había sido la ira de Dios, si el azar o simplemente la naturaleza haciendo de las suyas. Voltaire llegó a dedicar un poema al terremoto, en plena crisis pesimista, y Rousseau aprovechó para entrar al trapo y buscarle las cosquillas al agudo parisino.
Pero, volviendo a la Puerta de Tierra, tendríamos que recordar otra ocasión histórica a la que ha quedado asociada para siempre. Se trata, en realidad, de algo simbólico, y es que por ella salieron de Cádiz los diputados que habían proclamado la primera constitución de la historia de España y creado el primer parlamento moderno del país.
Ocurrió poco más de medio siglo después del maremoto y, si quisiéramos ponernos poéticos, podríamos decir que, en ese breve período, la Puerta se cerró a una terrible calamidad y se abrió a una esperanza de progreso y de cambio.