Seguro que habrás oído muchas veces la expresión «dar vítores», pero seguramente no habías pensado que los vítores también se pueden escribir. Por ejemplo, en los muros de la Catedral de Sevilla. Resulta que son esas pintadas rojizas que forman anagramas con las letras de víctor, y que algunos recién doctorados garabateaban en el monumento para que toda la ciudad se enterase de sus triunfos académicos. Una gamberrada, vaya…
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Seguro que habrás oído muchas veces la expresión «dar vítores», pero seguramente no habías pensado que los vítores también se pueden escribir. Por ejemplo, en los muros de la Catedral de Sevilla. Resulta que son esas pintadas rojizas que forman anagramas con las letras de víctor, y que algunos recién doctorados garabateaban en el monumento para que toda la ciudad se enterase de sus triunfos académicos. Una gamberrada, vaya…
Y es que una de las mayores catedrales del mundo bien merece un respeto, y cuanto más sabemos de su historia más respeto aún se merece. Estás ante una gran obra cristiana que ocupa el lugar que antes ocupó una gran obra musulmana, una mezquita que debió de ser impactante por su tamaño, su patio y sus arcos de herradura por doquier.
A los cristianos que conquistaron la ciudad en el 1248 les debió de gustar mucho dicha mezquita, por muy infiel que fuera, así que en lugar de derribarlo y ponerse a hacer uno en forma de cruz, tomaron la sabia decisión de mantenerlo como estaba y consagrarlo para su uso como catedral. Y así, se tiraron ciento cincuenta años en los que, por no cambiar, no cambiaron ni las manzanas que remataban la torre del campanario, es decir, la Giralda.
Por cierto, no deja de ser llamativo esto de las manzanas, porque se habían puesto en la torre en honor a una victoria árabe sobre el rey Alfonso VII. Estaban cubiertas de oro y eran tan enormes y resplandecientes que se veían, según se dice, a una jornada de distancia. Tan orgullosos de la torre andaban sus constructores que, cuando la ciudad iba a ser tomada por Fernando III, pidieron que les permitieran derribarla para no tener que verla en manos enemigas. Los dueños de la población dijeron que nones, para nuestra suerte, y ahí quedó la que durante siglos fue la torre más alta de España.
Allá por 1356 un terremoto afectó seriamente a toda la edificación. Se empezó a pensar entonces que quizá podía traer mala suerte eso de usar como templo cristiano una mezquita musulmana, y con la excusa de los daños provocados por el seísmo se acabó proyectando una catedral nueva que, entre una cosa y otra, no empezó a construirse hasta 1434 y se finalizó 72 años más tarde. Pero no penséis que la mala suerte había abandonado a este edificio, ya que 4 años después se produjo un gran derrumbe en el interior debido al peso de la estructura. Se diseñó una nueva estructura… que volvió a derrumbarse 370 años después. Así que la que ves hoy, es la tercera cúpula. Crucemos los dedos…
Y es que hay que ver cuánto trabajo le costó a esta catedral dejar de parecer una mezquita.