Ahora la llamamos Gerona, o Girona, pero hace un par de milenios su nombre era Gerunda, y crecía sobre un campamento romano. Un campamento que Pompeyo había ordenado construir cuando andaba por estos andurriales y aún no estaba mosqueado con Julio César.
Así que ya ves que, en tierras gerundenses, las cosas empezaron a agitarse hace bastante tiempo. De hecho, fue terminarse el esplendor de Roma y aparecer otros invasores. Estos venían del sur y cuando juraban, lo hacían por las barbas del Profeta. Ocuparon la ciudad rápidamente, construyeron sus baños árabes y se las prometieron muy felices, pero lo cierto es que no iban a durar mucho aquí.
La zona estaba demasiado cerca de los dominios de Carlomagno, a quien le pareció oportuno hacerse con la plaza por el año 785. Así que la ciudad retomó las cosas donde habían quedado antes de la conquista musulmana y se empezó a construir y reconstruir sobre sus antiguos restos cristianos.
Con el tiempo, brotaría en lo alto una catedral que primero fue románica y después gótica, y añadiría aún una fachada barroca. No importa la pereza que te dé: debes subir la larguísima escalinata, entrar en el templo y contemplar su impresionante nave gótica, que es la de mayor anchura en todo el mundo.
Después, lo suyo es dejarse llevar por la maravillosa Girona medieval, con sus laberínticas callejuelas encajadas entre los restos de grandes murallas. La judería acogió hasta el siglo XV una comunidad hebrea que aquí estudió la cábala y rezó en las sinagogas; como también se rezaba, aunque a otro dios, en el Monasterio de Sant Pere de Galligants, un precioso edificio románico que tampoco deberías perderte.
Dando un saltito en el tiempo puedes acercarte a ver los colores de las famosas casas sobre el río Onyar. Es una bonita estampa. Y también engañosa. Porque has de saber que, según una leyenda, en esta pacífica ciudad ocurrió algo que, más tarde o más temprano, terminará causando el fin del mundo. Atento que va leyenda:
Carlomagno se encontraba aquí cierto día de invierno. La nieve había cubierto el paisaje y el emperador subió al campanario de la catedral para contemplarlo. Pero al llegar a lo alto, su espada se cayó de punta y se hundió en el suelo con tal fuerza que, aunque no te lo creas, aquella espada continúa penetrando en las entrañas de la Tierra. El día que alcance su centro, el planeta se romperá en dos y tú te acordarás de esta audioguía y de la madre que trajo a Carlomagno.
Y rematamos esta audioguía con la Leona de Girona, una escultura a la que, si quieres volver a esta ciudad, has de besar su felino culo tal y como manda la tradición.