Como ya hemos comentado en otras audioguías, en la Edad Media existía una verdadera obsesión por los huesos de los santos. Allí donde hubiera alguno, brotaba rápidamente un edificio que, con suerte y unos pocos siglos, se iba ampliando hasta convertirse en una gran iglesia.
Es la historia de la Bella Desconocida de Palencia, erigida sobre una cripta que guardaba los restos de San Antolín. ¿Que cómo llegaron aquí esos restos? Pues traídos desde Francia por el rey Wamba, hace más de mil trescientos años. Con el tiempo, el primitivo templo llegaría a convertirse en una enorme catedral gótica cuyo exterior, bastante sobrio, no hace pensar en la majestuosidad que nos espera dentro. Por eso lo de Bella Desconocida.
Y es que, en realidad, tampoco es demasiado conocida la ciudad de Palencia. De su pasado visigodo, además de los despojos del buen Antolín, ha sobrevivido una maravilla a tiro de piedra de la capital. La Iglesia de San Juan de Baños la mandó construir Recesvinto, nada menos que en el siglo VII, y a su lado parece moderno hasta el templo de San Lázaro, que según la tradición fue fundado por el mismísimo Cid Campeador.
No le faltan pues a la historia de Palencia nombres ilustres, y tampoco monumentos notables de casi todas las épocas. No solo cuenta con una de las tres mayores catedrales de España, sino que también tuvo la que, según se dice, fue la primera universidad del país. El Studium Generale, que así se llamaba, se fundó a principios del XIII y en él se impartían el Trivium y el Quadrivium, es decir, las nuevas artes más liberales de la época (matemáticas, lenguaje, gramática, astronomía…), lejos de las clásicas más relacionadas con los oficios. Pero por desgracia no nos ha llegado ni rastro del edificio que lo acogió.
A iglesias, conventos, ermitas y monasterios se une la Plaza Mayor, en el centro de la ciudad, y la Calle Mayor, que muestra la prosperidad de la burguesía local entre el XIX y el XX. Contribuyó bastante a ella que estas tierras se convirtieran en el granero de la Europa que se hacía trizas en la Primera Guerra Mundial.
Llegada la era digital, un misterioso elemento de la ciudad hizo discutir y discurrir a miles de internautas, curiosos y conspiranoicos de turno. Por supuesto, el enigma estaba en la catedral. Se descubrió que sobre una de sus puertas se hallaban, esculpidas en noble piedra, las figuras de dos aliens idénticos al que le hacía la vida imposible a Sigourney Weaver en su nave espacial Nostromo.
No había duda: semejante parecido no podía ser casual. Y, en efecto, no lo era. Los bichos se habían incluido en 1995, durante unos trabajos de restauración, imitando la costumbre medieval de tallar monstruos de los bestiarios. Pero en lugar de grifos, dragones o basiliscos, se escogió una criatura terrorífica y actual para que quedase clara la época del añadido. Y, quién mejor para ello que Alien, el octavo pasajero.
Total, que el asunto alien de la catedral se quedó en una curiosidad más y una conspiración menos…