Todos aprendimos en el colegio que el Ebro es el río más caudaloso de España, pero de las bellezas de su desembocadura, o delta, no nos hablaron demasiado. Así que es momento de que completes los datos escolares con alguna información acerca del espectacular, inmenso y despejado espacio que es hoy el Parque Natural Delta del Ebro.
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Todos aprendimos en el colegio que el Ebro es el río más caudaloso de España, pero de las bellezas de su desembocadura, o delta, no nos hablaron demasiado. Así que es momento de que completes los datos escolares con alguna información acerca del espectacular, inmenso y despejado espacio que es hoy el Parque Natural Delta del Ebro.
De las montañas cantábricas y pirenaicas arranca el río los materiales que luego deposita aquí, en su desembocadura tarraconense, y es así como, a través de los siglos, se ha ido formando una zona húmeda y plana, atiborrada de marismas y de especies animales. Las aves tienen aquí uno de sus paraísos, así que también lo tienen, en buena lógica, todos los aficionados a la ornitología.
Pocos lugares hay como este para observar la estampa de un grupo de flamencos rosados sobre las aguas, con el disco solar de fondo. Es uno de los muchos caramelos para fotógrafos que te vas a encontrar si recorres el parque con calma.
Porque la calma es importante aquí, eso debes tenerlo claro. Así que calmosamente puedes adentrarte en alguno de los recorridos señalizados que existen y que son la mejor forma de disfrutar de este gigantesco paraje de dunas, lagunas y playas.
Habitualmente se recomienda empezar la ruta en la Punta del Fangar, un gran brazo de arena que se extiende en la parte norte del parque. Pero la zona más emblemática del espacio es la isla de Buda, en la misma desembocadura. No se trata de algo que lleve toda la vida ahí, sino que empezó a formarse, al parecer, en el siglo XVIII, según planos y documentos de la época. Y por cierto, su nombre no tiene nada que ver con el Budismo. Buda es el nombre en latín de una planta que abunda por la zona.
Por suerte, el primer propietario de la isla y los que le siguieron tuvieron buen cuidado de no dañar el ecosistema, y tanto la pesca como el tradicional cultivo de arroz se llevaron a cabo de manera razonable por las casi 200 personas que la habitaban en 1950. Incluso tuvo su propio equipo de fútbol. Vamos, que el sitio podría haberse explotado a lo bruto y sus maravillas naturales ser cosa del recuerdo, pero no; aquí sigue la isla, rodeada por el río y por las aguas del mar. Y nosotros que nos alegramos.
Aunque la serenidad de este paisaje puede llegar a ser adictiva, tienes también la opción de acercarte al Poblenou del Delta, un bonito pueblo de casas blancas en mitad de un entorno excepcional. Perfecto para sentarse y mirar las aves mientras se pasan las horas casi sin querer.
