En contra de lo que mucha gente pueda pensar, los cambios climáticos en este planeta nuestro no son algo exclusivo de hoy en día. Hasta hace unos doce mil años, que no es mucho tiempo hablando en términos geológicos, las cumbres de lo que vienen siendo las sierras sanabresas estaban cubiertas de hielos, nieves y enormes glaciares. Pero entonces subieron las temperaturas y el paisaje cambió de blanco a verde, mientras aparecían nuevas cosas como, por ejemplo, el famoso lago de Sanabria.
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En contra de lo que mucha gente pueda pensar, los cambios climáticos en este planeta nuestro no son algo exclusivo de hoy en día. Hasta hace unos doce mil años, que no es mucho tiempo hablando en términos geológicos, las cumbres de lo que vienen siendo las sierras sanabresas estaban cubiertas de hielos, nieves y enormes glaciares. Pero entonces subieron las temperaturas y el paisaje cambió de blanco a verde, mientras aparecían nuevas cosas como, por ejemplo, el famoso lago de Sanabria.
Es ver su enorme tamaño, sus contornos rocosos y su impresionante estampa y entender al momento esa fama que decimos. Porque casi, casi, se le podría considerar una especie de mar castellano, con sus propios oleajes y atardeceres. Versiones a escala de los que pueden verse sobre el Cantábrico o el Atlántico, a algunos cientos de kilómetros.
Mucho más cerca, en cambio, está Puebla de Sanabria, un lugar interesante por cantidad de motivos. De la población hay referencias muy antiguas, de tiempos de los visigodos, pero la villa consolidada, con sus murallas medievales y su castillo, no apareció hasta el siglo XII, cuando reinaba en estas tierras Alfonso VII de León.
La Puebla era una plaza importante por motivos estratégicos, y ya sabes cómo son los militares con estas cosas. Primero hizo de bastión contra los ejércitos musulmanes que querían recuperar el terreno perdido, y mucho después, cuando ya corría el siglo XVII, le tocó estar en medio del fregado durante la guerra con Portugal, en la que nuestros vecinos lusos se quitaron de encima el dominio de los Austrias.
Por suerte, ese pasado más bien movido no hizo añicos todo el patrimonio de la villa, que hoy conserva espléndidas casas con cientos de años a cuestas y monumentos como la Iglesia de Santa María del Azogue o el Ayuntamiento. La primera es un templo románico con elementos góticos y posteriores añadidos de todos los estilos habidos y por haber y el segundo una construcción muy original con dos plantas porticadas y torreones a ambos lados.
Pero la atracción estelar de la villa sanabresa es el Castillo de los condes de Benavente. Una fortaleza de cuento que se levantó a mitad del siglo XV sobre un promontorio, según mandan los cánones, y que las numerosas batallitas que hubo por la zona dejaron hecha trizas en más de una ocasión. El imponente aspecto del castillo es la guinda perfecta para el conjunto arquitectónico de esta localidad, histórica y hermosa como pocas.
