Es una suerte que todavía queden en pie cosas como las Torres de Serranos. Si no fuera así, algunos podrían pensar que es un cuento chino eso de que las ciudades medievales siempre estaban amuralladas, y que incluso vivió gente que no puso el pie fuera de esos muros en toda su vida.
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Es una suerte que todavía queden en pie cosas como las Torres de Serranos. Si no fuera así, algunos podrían pensar que es un cuento chino eso de que las ciudades medievales siempre estaban amuralladas, y que incluso vivió gente que no puso el pie fuera de esos muros en toda su vida.
Las Torres de Serranos son un rotundo recuerdo de aquellos tiempos. Defendieron la puerta principal de la ciudad de Valencia desde que fueron levantadas, a finales del siglo XIV. Para entonces ya había pasado más de un siglo desde la reconquista cristiana de la población, y la antigua muralla árabe había sido sustituida por una más al gusto de los nuevos dueños. Una construcción emblemática que, de paso, también servía para impresionar a los visitantes y dejar claro que aquella era una plaza poderosa y bien protegida. Y es que en la Edad Media no se podía andar uno con bromas.
Parece ser que su nombre se debe a que por esta puerta entraban a la ciudad los que venían de las sierras cercanas. Pero no creas que era acercarse, saludar a los soldados y pasar tranquilamente, no. Aquí se pagaban los peajes correspondientes y se formaban colas largas y lentas que debían de desesperar bastante a quienes llegaban a los pies de la muralla a última hora. Porque resulta que, al caer la noche, las puertas se cerraban y los que no habían conseguido pasar se quedaban fuera.
Tocaba entonces buscar alguna posada con un camastro lleno de pulgas, y si no había suerte se dormía al raso y se quedaba uno, según la expresión popular, «a la Luna de Valencia».
Seiscientos años de historias podría contar este impresionante y gótico monumento que ha visto desde asedios hasta ceremonias reales, y que sirvió de cárcel para muchos nobles caballeros. También, ya ves lo que son las cosas, jugó un papel improvisado como refugio de unas cuantas obras de arte evacuadas del Museo del Prado durante la Guerra Civil, para lo que se construyó en su interior una especie de búnker que fue desmantelado tras la contienda.
Estás, en resumen, frente a una de las dos puertas de la vieja muralla que han llegado hasta nuestros días. Sobre la otra puerta, las Torres de Quart, tienes una audioguía que está deseando ser escuchada, ¡así que ya sabes!