Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta. Vamos, que si no vales, aquí no tienes nada que hacer. Un lema que deja bastante claro que en la Edad Media no se llevaba eso de lo políticamente correcto.
Y es que la universidad salmantina es una institución medieval. Tanto, que su fundación se remonta a 1218 y eso la convierte en la universidad más antigua de las que hay en España y en una de las primeras de la vieja Europa.
Para ser más exactos, ese 1218 fue el año en que Alfonso IX concedió la categoría de Estudio General a lo que se impartía aquí, pero las llamadas escuelas catedralicias ya existían desde algunas décadas atrás y estaban, cómo no, vinculadas a la Iglesia. En aquellos tiempos, el saber era patrimonio casi exclusivo de los religiosos.
Un par de siglos después se empezaron a construir los que hoy son edificios históricos universitarios: el de Escuelas Mayores, el de Escuelas Menores y el Hospital del Estudio. Todos dan a la emblemática plaza que preside una estatua de fray Luis de León y que se llama, precisamente, Patio de Escuelas.
Pero ¿y dónde está la famosa rana?, te preguntarás. Pues aquí mismo, en la fachada plateresca de Escuelas Mayores. La costumbre es echar un buen rato hasta localizarla y después preguntar qué demonios significa ese batracio colocado sobre una calavera.
Pues la cosa es que hay cantidad de teorías, pero ninguna respuesta definitiva. Puede ser una advertencia de la brevedad de la vida, un símbolo de la lujuria, una referencia a la Inquisición, o ninguna de esas cosas. En cualquier caso, tú no olvides prestar atención al resto de la fachada, que es una maravilla de 1533 en la que bastante gente, centrada en el animalillo, apenas se fija.
La universidad salmantina fue caldo de cultivo para una especie de edad de oro del pensamiento humanista. En el siglo XVI, recién aparecido un nuevo continente y con cambios enormes zarandeando las ideas de los hombres, figuras como Francisco de Vitoria inspiraron una nueva visión sobre cosas trascendentales como los derechos de los indígenas o la moral de las guerras.
Con personajes así en su pasado, es normal que el prestigio de la institución aparezca hasta en las páginas del Quijote. En él, Sansón Carrasco zanja una discusión apelando a su título y afirmando que, cuando se es bachiller por Salamanca, «no hay más que bachillear».
Durante siglos esta universidad ha dado personajes interesantísimos y a esa lista pertenece Patrick Curtis, un venerable sabio irlandés que, al tiempo que enseñaba aquí Astronomía, dirigía una red de espionaje destinada a hacerle la pascua al ejército napoleónico. Y es que en Salamanca, ya ves, eran capaces hasta de ganar guerras disfrazados de astrónomos.