A día de hoy, un buen número de pueblos españoles ostentan, orgullosos, la declaración de conjunto histórico-artístico. Pero el primero de todos en obtener tal honor fue la hermosa y salmantina villa de La Alberca, nada menos que en 1940.
La Alberca es una de esas localidades con un carácter muy marcado y que mantiene vivas muchas tradiciones fuertemente enraizadas en la religión. Está situado en la Sierra de Francia, un nombre bastante sorprendente para una comarca salmantina. El topónimo viene, al parecer, de los franceses que llegaron a estas tierras durante su repoblación medieval, algo que se explica por el matrimonio del noble francés Raimundo de Borgoña, con la reina leonesa Urraca I.
Y también fue precisamente un francés, Simon Roland, que luego tomó el nombre de Simón Vela, quien descubriese en una de las cimas de la sierra una imagen de la Virgen María, allá por el siglo XV. En el lugar se construyó un santuario de enorme importancia para la región, tanto que hasta en el Quijote se menciona a la Virgen de la Peña de Francia.
Esa intensa religiosidad de la zona se nota también en la cantidad de ermitas con las que cuenta. Algunas de ellas, como la de San Blas, están en el mismo pueblo. Y si mencionamos esa en concreto es porque en ella se celebra desde hace mucho el Día del Pendón, una romería que recuerda cómo las mujeres albercanas se enfrentaron y vencieron a los portugueses en 1475. En señal de agradecimiento, los duques de Alba invitaron a vino a todo el pueblo, tradición que hoy se sigue manteniendo a cuenta del Ayuntamiento.
Volviendo a los duques, contaros que también ellos pagaron la torre de la iglesia. Pero resultó que se quedaron sin metal con que terminar una de las campanas, por lo que la gente del pueblo aportó sus joyas y pertenencias metálicas para fundirlas y que la obra se pudiese rematar.
Es interesante pensar en todas esas cosas mientras recorres la preciosa plaza de La Alberca, sus calles y sus casas serranas de piedra y madera. Y no te extrañes si en tu paseo te encuentras con un cerdo suelto paseando tranquilamente por la calle. Es el que llaman Marrano de San Antón, otra de las tradiciones de este lugar.
Cada 13 de junio se escoge un cerdo, se le bendice, se le pone una campana al cuello y se suelta por el pueblo para que haga su vida hasta el 17 de enero, fecha en que es sorteado. Incluso hay un monumento de piedra junto a la iglesia con la figura de un gorrino.
Y es que ya te decíamos que este es un pueblo diferente a la mayoría…