En un viaje por Cataluña que se precie, no puedes dejar de recorrer la Costa Brava. Y lo mejor sería recorrerla entera, pero para eso hay que tener mucho tiempo. Así que la otra opción es ir a lo seguro, y lo seguro empieza por lugares como Lloret de Mar.
Como ya te hemos contado en varías de nuestras audioguías, cualquiera que viviese en la costa mediterránea hace cosa de dos mil años, tenía que asumir que, antes o después, asomaría una galera romana por el horizonte. Y a los poblados iberos cercanos a la playa de Lloret, también les tocó recibir a los hijos de Roma, que venían a apropiarse como solían hacer con todos los lugares que les gustaban.
De las posteriores invasiones medievales también guarda vestigios la zona; más que nada porque, sin fortaleza defensiva, poco futuro tenía entonces cualquier villa costera. Lloret levantó el Castillo de San Juan en lo alto de una montaña, como debe ser. Parece que data del siglo XI, aunque solo se conserva bien la torre del homenaje gracias a un lavado de cara realizado en los años noventa.
Pero ese no es el único castillo de Lloret; ni siquiera el más fotografiado. En los selfies de los turistas gana por goleada el Castillo d’en Plaja, que está pegadito al mar y nunca perteneció a ningún señor feudal ni recibió disparos de catapulta. Resulta que se estrenó en 1940, y viene a ser el capricho de un indiano que se hizo millonario vendiendo galletas… Ya ves.
Y es que los emigrantes a América contribuyeron lo suyo para que Lloret llegase a ser lo que hoy es. A finales del XIX y principios del XX, los que habían hecho fortuna en el Nuevo Mundo volvían aquí a construirse una mansión neoclásica o modernista que dejara bien claro su éxito, y también a aportar fondos para mejorar los servicios de la población. Por algo se les recibía con una orquesta cuando llegaban, recibimiento al que correspondían regalando puros habanos a la población.
Algunos de ellos están hoy enterrados en el cementerio que Lloret debe a la fiebre del modernismo. Fiebre que, además, le acabaría dando otra cara a la Iglesia de San Román, un templo original del siglo XVI.
Hace escasamente cien años, el lugar empezó a recibir veraneantes de la jetset catalana, y se fue haciendo más y más conocido. Demasiado conocido, porque acabada la guerra civil la zona se puso de moda en el extranjero y poco a poco, el turismo en su versión más radical, destruyó las casas señoriales, los viñedos y el bosque. Y los hoteles se apoderaron sin compasión del lugar.
Pero, en realidad, las excelencias de las playas de Lloret ya se cantaban desde tiempo atrás. Y no creas que es una manera de hablar, no: se cantaban literalmente, concretamente en una ópera de 1855 titulada Marina. ¡Escúchala y lo comprobarás!