El Ensanche, o Eixample en catalán, es, tras el Barrio Gótico, la zona de Barcelona por la que pululan más turistas. La explicación tiene nombre: Antoni, y apellido: Gaudí; porque resulta que en esta parte de la ciudad están algunas de sus obras mayores, y delante de cada una de ellas podrás encontrar una cola con sus correspondientes japoneses en modo “selfie.
Si diéramos un saltito hacia atrás de un par de milenios, probablemente veríamos aquí fortificaciones romanas y un campamento militar siguiendo una disposición y un orden concretos. Era el oppidum, que serviría de base a tantas y tantas ciudades de Europa.
Y es que los romanos creían que se las sabían todas, pero el imperio acabó desmoronándose y llegó una época oscura y complicadilla, que duraría unos cuantos siglos, en la que a uno le hundían un puñal en la barriga por menos de nada. Así que lo más prudente era dormir dentro de unas murallas, y mejor si eran muy altas y muy sólidas.
Barcelona tenía las suyas. Todas las ciudades tenían las suyas por si los malos rollos, y las cosas se mantuvieron así hasta los tiempos de Napoleón, aquel militar bajito y avinagrado. Para entonces, los cañones ya eran capaces de cargarse los muros medievales y aquellas estructuras, aunque seguían siendo bonitas y daban buena imagen, empezaron a quedarse obsoletas.
Además, a nuestros reyes decimonónicos les dio por renovar las ciudades para que en el futuro no se hablase tan mal de ellos. Fernando VII no es el tipo más querido de la historia de España, pero entre fechoría y fechoría emprendió, al menos, el primer Eixample de Barcelona. Era el año 1824, y hasta se le puso su nombre a una calle: Fernando VII de España. Luego, el nombre perdería unas cuantas letras hasta quedar en Fernando, y a día de hoy, ya veis, es el Carrer de Ferrán.
En cualquier caso, por aquella época se echaron abajo edificios viejos y cochambrosos para sustituirlos por otros más presentables y de pulcro estilo neoclásico; todavía quedan algunos. También se inauguró el Passeig de Gràcia, que hoy es una de las vías principales de la ciudad y en sus orígenes servía para que los señoritingos presumieran de caballos y coches ostentosos.
Después de Fernando vino su hija Isabel II, parece que menos odiosa que su padre. Durante su reinado continuó el crecimiento y se planteó la necesidad de hacer un Plan General de Ensanche para Barcelona que, con no pocas polémicas, se empezó a ejecutar en 1860. La Diagonal cortó en dos la enorme trama de manzanas cuadradas, y así, hoy tenemos casi once kilómetros en línea recta para pasear desde la zona de Les Corts hasta el mar, o al revés.
También del XIX data la construcción del Paralelo, otro conocido nombre geométrico del Eixample. Esta avenida, emblema de la bullanguera vida nocturna barcelonesa, se llama así porque su trazado coincide con el de un paralelo terrestre, y hasta los años setenta fue una especie de Broadway a la catalana.