Sobre Benidorm habrás oído cantidad de cosas que, probablemente, no animan mucho a venir hasta aquí según tu forma de ser y entender el verano. Que si familias con quince niños gritando y rebozándose en la arena, que si un tipo con una colchoneta tamaño portaaviones, o que si unos jubilados defendiendo su trocito de playa como si fueran alemanes en pleno desembarco de Normandía.
¡Pero no te dejes asustar! Hay muchos otros motivos para visitar Benidorm. Que no es Toledo, ni Santiago, ni Salamanca... Es otra cosa. Pero es tan otra cosa que hay que verla precisamente por eso. Es una mezcla de barrio neoyorkino con sus enormes rascacielos, con juergas perpetuas tipo Las Vegas y todo ello enmarcado entre el mar y el clima mediterráneo. Allí coexisten jóvenes y mayores, foráneos y autóctonos, guapas y feos, en perfecta armonía.
Y eso que la Benidorm que tienes hoy delante no existía hace poco más de medio siglo. Había sido siempre una diminuta aldea de pescadores llena de encanto y tranquilidad. Pero vivir de la pesca era duro, y la población, que ya hacía tiempo que recibía veraneantes, decidió convertirse en algo distinto cuando a la España franquista y mojigata empezaron a llegar los SEAT seiscientos, los turistas extranjeros y un poco de aire fresco.
El cambio no iba a ser fácil: algunas de aquellas visitantes extranjeras se atrevían a lucir bikini, prenda tan revolucionaria como diabólica y resultaba que por ahí no pasaban las rancias autoridades políticas y religiosas de aquella España nuestra. Corrían los años cincuenta y Pedro Zaragoza, alcalde de Benidorm y un tipo con vista, se montó en su Vespa y se fue a Madrid a discutir el asunto con el mismísimo dictador.
La jugada le salió bien. El bikini fue autorizado y el pueblo costero empezó su transformación meteórica en ciudad de sol, playa y paella pensada por y para las inmensas masas de turistas. Se trazaron calles nuevas, se llenó el espacio de servicios de ocio y se plantaron casi tantos rascacielos como en Manhattan. Una idea urbanística que, guste más o menos, fue audaz y pionera en España, las cosas como son.
Como ya imaginarás, es raro que Benidorm reciba a visitantes interesados en su Historia. Pero esa Historia existe, no creas que no, y tiene sus iberos, sus romanos y sus árabes. Tiene también su reconquista por Jaime I, y sus terribles ataques de piratas berberiscos que, en el siglo XV, no dejaron títere con cabeza. Es por eso que aún quedan restos de obras defensivas como la Torre Punta del Cavall.
Pero para vestigios de otras épocas, nada como La Cruz; un monumento levantado en 1962, en lo alto de la sierra, con el fin de redimir a la ciudad del uso del bikini y de otros terribles pecados que en ella se cometían. Y es que Benidorm, bien mirado, no deja de ser un pequeño símbolo de libertad.