Los romanos, que también se dieron algún paseo por tierras gallegas hace un par de milenios, tuvieron dos buenas razones para cogerle cariño a Ourense.
La primera, el oro. Parece ser que en la cuenca del Miño había un montón por aquellos tiempos, y no son pocos los que creen que el nombre de la ciudad se debe justamente al codiciado y brillante metal.
La segunda, los manantiales de agua cálida y mineromedicinal que brotaban en el lugar. Pocas cosas les gustaban más a los de Roma que montar unas buenas termas y, ya de paso, algunos santuarios dedicados a las divinidades de las aguas y las fuentes. Este resultó el sitio perfecto para hacerlo y dos mil años después, los complejos termales de As Burgas siguen siendo la seña de identidad de Ourense y el principal motivo de su fama dentro y fuera de nuestras fronteras.
Pero donde hay un río y hubo romanos, también suele quedar un puente, o sus restos al menos. El que llaman aquí Puente Viejo lleva en pie desde el siglo I, y aunque hoy tenga una pinta más bien medieval, se mantiene como otro de los emblemas indiscutibles de la población.
Otro de los iconos orensanos es la Catedral, un imponente templo románico levantado entre los siglos XII y XIII y dedicado a San Martín. Dice la leyenda que en el mismo lugar ya existió antes una iglesia en honor a ese santo, a quien el rey suevo Carriarico habría agradecido así la curación de su hijo, enfermo de lepra.
En aquellos siglos se construyó también el Castillo Ramiro. Estaba sobre un promontorio que dominaba la ciudad, y desde él, los obispos orensanos podían controlar todo lo que entraba, salía y se movía por la zona. Por desgracia, de la fortaleza ya no queda nada porque los Reyes Católicos se la cargaron durante una de sus campañas pacificadoras. Y es que como te puedes imaginar, las campañas esas no iban de repartir amor, bombones y buenos deseos a pesar de su nombre.
Paseando por el casco histórico de Ourense llegarás a la bonita Plaza Mayor, dicen que es la única de Europa cuyo suelo se encuentra tan claramente inclinado. Puedes ir parando en los bares y tascas de la zona, pero recuerda dejar un ratillo para acercarte hasta el antiguo convento de San Francisco. Allí está uno de los claustros medievales más maravillosos de toda Galicia, y eso, puedes creernos, es mucho decir.